R. P.
Jueves, 11 de febrero 2021, 19:25
Dicen que la primera impresión es la que cuenta. Y ésta no debe ser muy satisfactoria para los turistas y visitantes que acceden al parque natural del Marjal Pego Oliva por el Camí de Bullent, a través de la carretera CV-728. A pocos metros de la intersección el visitante se topa con una enorme montaña de naranjas putrefactas (habrá más de 100 kilos) justo en la puerta de un edificio que sirve como resguardo de un rebaño de ovejas. Al parecer estos cítricos en descomposición sirven de alimento para estos animales. Explican algunos vecinos que esta peculiar montaña, en la que se pueden observar una gama de diferentes colores que van del naranja a un azul purulento es algo ya habitual, «siempre que pasamos por aquí te encuentras este montón».
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La vista es poco agradable si uno circula con coche por la zona, si lo hace a pie, la cosa cambia. El olor a putrefacto, aseguran algunos vecinos que asiduamente pasean por la zona “a veces es insoportable. Aunque lo peor es en verano, porque con el calor se acelera el proceso”. El acceso está bastante transitado, pues es el más rápido para llegar a la Muntanyeta Verda y una zona de descanso, es habitual ver cruzarse entre semana con algunos excursionistas, ciclistas o padres y madres con hijos. El fin de semana el tránsito aumenta, incluso con las restricciones por el Covid, la gente sigue visitando la zona, como vía de escape de las urbes. También es la conexión natural para dar un paseo a pie entre el centro de Pego y el Marjal, por lo que el paso por la pequeña granja de bovino es obligatorio. Hoy mismo pasaban por allí el secretario autonómico de Agricultura, Roger Llanes para constatar como van los trabajos relacionados con la concentración parcelaria del parque natural, un proyecto que servirá, además de para conseguir que los propietarios de Pego y Oliva sepan donde están sus tierras; para que la Generalitat pueda llevar a cabo proyectos que pongan en valor, más si cabe, el humedal.
Apuntan algunos propietarios de terrenos cercanos que en repetidas ocasiones han reclamado al dueño de la granja para que colocase el montón de naranjas “en otro sitio más resguardado”. Aseguran que no lo han conseguido, “es un caso perdido”.
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