RINOCERONTES GRISES, CISNES NEGROS
EXPLORERS ·
Esther Asperilla
Jueves, 11 de junio 2020, 18:54
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Esther Asperilla
Jueves, 11 de junio 2020, 18:54
Muchos teóricos han catalogado la crisis del coronavirus como un «cisne negro». El término, muy utilizado en economía, fue acuñado por el investigador libanés Nassim Nicholas Taleb en 2007 y se refiere a un suceso raro, extremadamente improbable que, cuando sucede, produce un impacto descomunal. Ese impacto provoca que a posteriori se fabriquen miles de explicaciones al respecto, racionalizando el suceso y transformándolo en algo que sí se podía predecir. Ejemplos de cisnes negros son los atentados de las Torres Gemelas, la caída del Muro de Berlín o, más recientemente, el Brexit.
Sin embargo, en las últimas semanas, otras voces han afirmado que este virus es, en realidad, un «rinoceronte gris». Michele Wucker en su libro de 2016 'El rinoceronte gris: cómo reconocer y actuar sobre los peligros evidentes que ignoramos' se refiere a él como una amenaza altamente probable (ya que en el pasado han habido sucesos de la misma índole) y de alto impacto pero que es sistemáticamente ignorada. Si el cisne negro se enmarca dentro de lo inesperado o con baja probabilidad de ocurrencia, el rinoceronte gris se muestra en cambio como un suceso inminente y conocido al que, por la razón que sea, no se hace ni caso.
Cisnes negros y rinocerontes grises aparte, creo que con el COVID-19 todos tenemos la misma sensación: estamos ante una crisis de evolución incierta. No sabemos lo que va a ocurrir ni desde el punto de vista sanitario, ni económico, ni político, ni ambiental, ni tan siquiera estructural. No lo saben los analistas, ni los virólogos, ni los economistas, ni mucho menos los políticos. Surge una teoría con respecto a la posible evolución de la pandemia y a los dos minutos surge justo la contraria. Todos nuestros intentos de predecir y controlar el futuro o las posibles repercusiones que se avecinan son fruto del miedo y son fallidos. Esta crisis necesita menos sensacionalismo, menos predicciones, más sentido común y más investigación. Como Marie Curie decía, «la vida no debe temerse, solo debe ser entendida. Ahora es el momento de comprender más, para que podamos temer menos».
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