La vida, ya saben

Septiembre nos ha devuelto las mochilas, los libros, los compases, las libretas, los lápices, el pegamento de barra y los «necesito una cartulina roja para mañana» justo a la hora de dormir. Falta tiempo aún para recuperar del todo la alegría y ojalá no se nos pierda por el camino, pero nadie puede negar que ver de nuevo por las calles a la chiquillería legañosa de primera hora llena de esperanza cualquier corazón. Por mucho que vayan guardando las distancias.

Aún hace el suficiente buen tiempo como para disfrutar de la playa aunque en algunas zonas, como Les Devesses, los vecinos se sienten desamparados por la administración e incomprendidos por el resto de ciudadanos. Sufren privación de apoyos y profusión de argumentos.

Las lluvias de este año dejaron glorioso de verde el Montgó y el calor del verano nos lo ha ido respetando. En otras partes sufrieron más. Pero aquí está todo tan bonito que es imposible observarlo sin la ansiedad de no saber a dónde mirar. El reverso tenebroso es que igual que la flora del monte está que da gusto, los arcenes de los caminales empeoran con el exceso de vegetación. Las aceras, también.

Ondara está de enhorabuena. Han cancelado todas las deudas y dispondrán de medio millón de euros extra para poder invertir en el municipio. Desde aquí algo que se me ocurre así a bote pronto: si no saben qué hacer con ese dinero, antes de enfrascarse a una carrera de obras sin sentido, devuélvanlo a los bolsillos de sus ciudadanos en forma de bajada de impuestos, que igual de cara al año que viene les va bien. (Ojalá lo hicieran y ojalá cundiera el ejemplo por el resto de la comarca).

Todo esto que nos va rozando mientras parece que atendamos a un único asunto es lo que llamamos vida, ya saben, «existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar».