

Secciones
Servicios
Destacamos
PPLL
Sábado, 30 de mayo 2015, 00:14
Los valencianos no fueron ajenos al gusto por los primeros automóviles que empezaban a circular por las calles y carreteras a principios del siglo XX. El primer automóvil matriculado en la provincia de Valencia, matrícula V-1, fue un Peugeot adquirido por Francisco Garcés, quien obtuvo su placa el 30 de abril de 1902. Otro Peugeot, un Tipo 81B de 12 CV y cuatro cilindros recibió la placa V-24 en 1907 y un Buick 'Canadá' recibió en 1917 la matrícula V-644. 644 automóviles en los primeros 15 años hacían de los coches una rareza en las calles. En Alicante, un automóvil de la marca Motobloc recibió el 2 de diciembre de 1907 su matrícula A-1, propiedad de Trino Esplá. En la provincia de Castellón, la placa CS-1 le fue otorgada al Hispano Suiza de Rafael Pelocha el 3 de abril de 1908.
A partir de entonces se vieron rodar por las carreteras valencianas modelos de las marcas más prestigiosas del mercado internacional, como Bugatti, Delahaye, Graham Paige, Rolls Royce, o Hispano Suiza, vendidos a través de las primeras agencias que empezaban a instalarse en las localidades más importantes. El coche era un bien de lujo, casi una excentricidad. En 1914 en Valencia había 355 vehículos matriculados, 125 en Alicante y 32 en Castellón.
La incipiente afición hacia este nuevo medio de transporte se manifestó el 22 de mayo de 1909, cuando una caravana formada por 40 automóviles procedentes de Barcelona entraron por el arco principal de la Exposición de Valencia, pasando a formar parte de la misma. En 1918 se celebró la primera Feria Muestrario con sus stands dedicados al automóvil, cuya sexta edición, celebrada en 1923, fue inaugurada por el Rey Alfonso XIII.
Sin embargo, antes de matricularse estos pioneros, por tierras valencianas circuló en los primeros años del Siglo XX un extraordinario vehículo francés, llamado Georges Richard, del año 1900. Alberto Miralles, conocido coleccionista e historiador del mundo del vehículo de colección, es el nieto de su primer propietario, su abuelo Felipe.
Alberto nos cuenta las vicisitudes de comprar e importar un automóvil en aquéllos tiempos. Su abuelo había montado una bodega de vinos en las cercanías del puerto de Marsella, desde la que comercializaba el vino que traía de la región valenciana y el que conseguía de Francia. Uno de los primeros días de 1900 vio uno en un escaparate uno de estos artefactos de moda que no utilizaban caballos para desplazarse sino que se movían por la fuerza de 'caballos de vapor', aunque no funcionaban con vapor sino con bencina. Pensó que le gustaría poseer uno para llevarlo a su pueblo natal, Pego, en la provincia de Alicante. De este modo, decidió adquirir un flamante 'voiturette' de la marca Georges Richard -un coche francés muy similar al primero inventado por el alemán Karl Benz- por 3.500 francos. Tras pagarlo y retirarlo recibió instrucciones sobre cómo tenía que ponerlo en marcha y conducirlo, así como el mantenimiento y los cuidados que debía proporcionarle. Lo estuvo utilizando por Marsella durante un tiempo, hasta que se decidió embarcarlo con destino a Valencia. Aquí causó un gran impacto, ya que en España sólo había siete 'coches'.
Su abuelo quiso llevarlo rodando hasta su destino, tarea complicada porque las carreteras no existían y los caminos reunían pésimas condiciones y tampoco existían los comercios donde se expendiera bencina, por lo que había que ir provisto de la suficiente para todo el trayecto. El viaje no fue fácil, porque al pasar por los pueblos había gente que huía despavorida ante el primer coche sin caballos. También tuvo que enfrentarse a más de un carretero -relata Alberto- airado porque sus caballerías se habían espantado por el estruendo del coche, o sortear los accidentes del terreno, como las vaguadas de los barrancos. En una de estas, cerca de Xeraco, se rompió un eje del coche. Al no poderlo reparar lo remolcó con caballerías hasta su destino. La avería se reparó solicitando una pieza nueva a la tienda de Marsella. El vehículo pudo, para la alegría de unos y regocijo de otros, volver a rodar por sus propios medios.
El relato nos da una idea de cómo aquéllos pioneros, con sus gafas, gorro y guardapolvos, hacían frente a unos caminos en nada adaptados al automóvil y un público que apenas conocía los primeros coches.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.