Dos normativas limitan el funcionamiento de los concesionarios respecto a comercios similares en las fases 0 y 1 de la desescalada, lo que retrasa la vuelta al trabajo de 165.000 empleados y pone en peligro a las empresas
La desescalada está dando paso al despertar de la economía. A los supermercados, farmacias, kioskos, panaderías y demás negocios considerados esenciales se ha sumado, en la fase 0, el comercio minorista: ferreterías, papelerías, peluquerías, tiendas de telefonía móvil, todos con la obligación de dar cita previa, pero a esta apertura no se han podido sumar los concesionarios de coches, ¿el motivo? La normativa que impide abrir a los comercios con más de 400 metros cuadrados. Esta norma, pensada para evitar las aglomeraciones en centros comerciales, grandes almacenes o hipermercados, no tiene ningún sentido en el comercio de automóviles, cuyo gran tamaño se debe a que los coches necesitan espacios para ser expuestos, no a la aglomeración de público.
El sector se encontró con esta traba en el BOE del domingo 3 de mayo, pero tras la reunión de la patronal de los fabricantes -ANFAC- y de los concesionarios -FACONAUTO- con dos Ministros durante el miércoles 6 de mayo se reclamó que no era apropiada para los concesionarios. El motivo es que son centros donde las posibilidades de contagio son mucho más bajas que en otros comercios abiertos. El Gobierno comunicó verbalmente que desaparecería ese límite, pero en el BOE del sábado día 9 el sector se encontró con una doble sorpresa: los concesionarios de automóviles con más de 400 metros sí podrían abrir, pero solo en la fase 1 de la desescalada, no autorizada en las principales ciudades y, donde pudieran hacerlo, deberían atender con cita previa.
La combinación de estas dos normativas ha hecho que la mayoría de los concesionarios no abra las puertas en la fase 0, ya que la mayor parte de ellos supera los 400 metros. Los que están en las zonas que han entrado en fase 1 sí están abiertos, pero la limitación de la cita previa está coartando a los empresarios y a los compradores. Por parte de los primeros se está tanteando el mercado para saber cuál es la demanda real, y por parte de los compradores, estos no tienen muy claro el proceso, porque pueden ir tranquilamente a un bar a tomar una caña pero no a un concesionario de coches, en el que hay que pedir cita previa. A ello se suma el desánimo de las marcas, que quieren lanzar promociones para activar las ventas, pero sólo cuando terminen estos impedimentos.
Desde el sector no se entiende ninguna de las limitaciones. La seguridad sanitaria de un concesionario es un problema muy inferior al del resto de comercios minoristas. Si en otros sectores encontramos diferencias en las medidas y en la forma de aplicarlas, en el del automóvil los fabricantes de coches y la patronal de los concesionarios han puesto en marcha su capacidad comercial para abrir al público con máximas garantías: gel, limpiasuelas, precintos para los coches de la exposición, talleres con equipos que desinfectan el interior por medio de ozono. El modelo diseñado por las marcas para España ha tomado como referencia el de Alemania, donde el gobierno diseñó un plan específico por el que los concesionarios abrieran desde el primer día. En Corea del Sur, uno de los primeros países afectados por la crisis del COVID-19, ni siquiera cerraron sus puertas. El esfuerzo ha sido, hasta ahora, en vano. Si los talleres oficiales ya están funcionando con cierta operatividad, ya que estuvieron abiertos para atenderlas necesidades de los servicios de emergencia, las exposiciones siguen vacías y las perspectivas no son buenas. Al menos hasta que llegue la fase 1 a toda España la venta de coches va a seguir fuertemente castigada, después de un terrible mes de abril en el que se matricularon 4.600 unidades, las mismas que cualquier día de un mes corriente, con una caída superior al 96 por ciento.
El resultado es un parón que se podría haber evitado sin merma para las medidas sanitarias en un sector clave. Hay concesionarios que no han vendido un coche en dos meses, lo que llevará o bien a reducciones de plantilla o a que se alarguen los ERTE más allá de lo que hubiera sido necesario, una traba que se podría haber evitado tal y como ha ocurrido en otros comercios.
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