Hace poco tuve la oportunidad de realizar un buen puñado de kilómetros por las carreteras del sur de Dinamarca y Suecia. Allí estuvimos probando el nuevo Peugeot 5008 eléctrico, del que pronto os contaremos todas nuestras sensaciones al volante, pero, si más allá del coche tuviese que destacar una cosa sería la distinta realidad que viven estos países nórdicos con el coche eléctrico, una realidad realmente diferente a la que vivimos a diario en nuestro país.

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Tanto por ciudad como por autovía nos sorprendió la cantidad de coches eléctricos en comparación a los que vemos en nuestras carreteras, pero todo tiene una explicación. Por un lado, son zonas muy llanas, cuesta ver una simple elevación del terreno, y eso favorece a las autonomías.

Otro punto en favor del rango de los coches eléctricos allí es la cultura instaurada en los conductores. Son países realmente estrictos en materia de velocidad, en los que abundan las cámaras y en los que, incluso, los propios ciudadanos pueden denunciar comportamientos ilegales otros conductores. Con un límite máximo de 110 kilómetros por hora y un cumplimiento estricto de las normas de tráfico... volvemos a tener otro punto en favor de la autonomía ya que, a menor velocidad, mejor consumo.

Por último, vimos puntos de recarga por todos lados, la infraestructura es muy amplia y, lo más importante: esos numerosos cargadores funcionan y están operativos.

Ahora vamos al caso de España. Estos tres puntos comentados son todo lo contrario aquí: nuestro país es de los más montañosos de toda Europa, por lo general nos gusta correr en carretera a la mayoría –me incluyo– y nuestra infraestructura de recarga está todavía lejos de la de nuestros vecinos europeos más próximos.

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