¿Repostar o recargar?

Tras andar varios meses sumergidos en la movilidad ecológica con motivo de nuestra Feria Ecomov, está claro que queda mucho camino por andar. Hoy los eléctricos son una maravilla, pero faltan puntos de recarga en carretera, y faltan porque el Gobierno no lanza una ley que obligue a los operadores a llevar la suficiente potencia eléctrica a cada nuevo punto que quieren abrir los operadores. El caso es especialmente grave en la A-3 de Valencia a Madrid, o viceversa, cuando pasamos por uno de los parques eólicos más grandes de Europa, el situado entre Tébar y Atalaya del Cañavate, y no tenemos suficientes puntos de recarga. ¿Qué habría más adecuado que parte de esa potencia eléctrica convertida en electricidad para que los miles de usuarios que circulan por la A-3 nos pasáramos al coche eléctrico? Pues no es así. No sabemos a quién va dirigida la enorme producción de estos molinos, pero al viajar con un eléctrico cruzamos los dedos para que los pocos puntos disponibles no estén ocupados, que no llueva cuando tenemos que cargar –la mayoría no tienen ni marquesina– y que podamos tomar un café mientras recargamos.

La vida nos va a cambiar en este sentido, y si los viajes tienen ahora repostajes de cinco o diez minutos, en el futuro las recargas serán unos veinte o treinta que nos darán para consumir muchas más cosas, y ahí es donde puede estar el negocio de las ‘electrolineras’.

Por nuestra parte seguiremos alternando el uso de coches eléctricos, de gasolina, diésel o híbridos en nuestros numerosos viajes a la capital, para ir contando poco a poco como nuestra máxima actual, que el coche eléctrico es el segundo coche ideal para ciudad, va cambiando para aconsejar a una gran mayoría que se pasen, ya, al coche eléctrico.