Revolución (muy) silenciosa

La escasez de coches es un fenómeno nuevo en un mercado acostumbrado a tener de forma habitual más oferta que demanda. Primero los ya famosos ‘microchips’, ahora los componentes que vienen desde fábricas en Ucrania, como muchos cableados; los que llegan desde Shangai tras una larga cuarentena... todo ello unido a la subida de costes energéticos y materias primas ha obligado a los fabricantes a subir los precios para poder pagar los mayores costes pero, ante la falta de coches, todos los han subido de tal manera que la mayoría están en beneficios mucho mayores que cuando vendían más coches.

Si los fabricantes han capeado la situación de forma positiva para sus cuentas, el resto de la cadena de valor de la venta de coches está en peligro. Las fábricas, al producir menos coches, necesitan menos personal y, con la llegada del coche eléctrico, todavía menos mano de obra, por lo que en Europa podrían sobrar varias fábricas, todo ello sin contar con la oleada de coches ‘made in China’ que irán llegando a Europa.

A la vez, en la parte de los concesionarios, no es lo mismo entregar 40 coches cada mes que doce, por poner un ejemplo real que nos comentó un empresario. Son doce posibilidades de contratar un seguro o una financiación, otra fuente de ingresos que se cae y, en el corto y medio plazo, solo doce coches pasarán por el taller, en lugar de los cuarenta que se sumaban cada mes. El resultado: sobra personal y han empezado los despidos.

Así, sin salir en portada en los telediarios y casi sin darnos cuenta, el sector del motor está perdiendo profesionales casi cada día, en una revolución muy silenciosa que, cuando se sume la venta de coches eléctricos, que apenas necesitan taller, llevará a la pérdida de miles de empleos en el sector.

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