Dejamos atrás, al menos de puertas afuera, nuestro 'modo Ecomov', reiterando el agradecimiento que hemos expresado en páginas anteriores a todos los que ponen su granito de arena –algunos auténticas montañas– para que el evento sea un éxito, y nos adentramos en la 'normalidad', y lo ponemos así, entre comillas, porque al sector del automóvil parece que lo haya mirado un tuerto, con muchas piedras en el camino.

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A las propias de la pandemia, con cese de actividad y apertura irregular durante meses, se suman los aumentos de impuestos, del combustible, las restricciones al tráfico en muchas ciudades y algunas trabas más, pero nunca hubiéramos esperado que, la más grave, fuera la falta de componentes.

Los dichosos microchips se han convertido en un asunto de Estado, y Europa ya busca una regulación legal que obligue a fabricantes de todo tipo a comprar parte de sus circuitos impresos en Europa... donde se fabricaban antes de que Asia en general y China en particular se convirtieran en la fábrica de Occidente.

El ciclo toca a su fin. El exceso de demanda de todo tipo ha encarecido el tráfico marítimo multiplicando los costes de importación de contenedores. En China, los cortes energéticos son constantes, afectando a los productos que allí se producen con destino a Europa, y las materias primas disparan su valor al incorporarse cada vez más países al llamado 'primer mundo', es decir, a la fiebre de construcción y consumo.

¿A qué nos lleva todo esto? A que las fábricas españolas estén paradas y a que a los que quieren comprar un coche tengan que esperar meses. Esta 'normalidad' no nos gusta, pero habrá que adaptarse a ella y esperar que el Gobierno reaccione para que no tenga consecuencias graves en el sector.

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