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Los días raros. Las jornadas de noviembre son ya un episodio aterrador para tres o cuatro generaciones, marcadas de por vida por una tragedia ... trufada de algunas circunstancias que la hacían absolutamente evitable. Otras, como el azar que anima la vida, jugaron en el sentido contrario. Un fenómeno que según las estadísticas no ocurriría en mil años, ocurrió. Unas obras pendientes favorecieron sin duda el desastre. La tarde del 29 de octubre y los días posteriores ofrecen material para varias tesis. La comunicación en situaciones de crisis, la respuesta de la Administración, el juego sucio, siempre miserable, de la política, la necesidad de un gobierno de los mejores... El material es extenso. También que no existe prueba audiovisual o escrita de lo que aconteció en una reunión que ha terminado siendo determinante para la vida de las personas. La convocatoria del conocido como Cecopi no se grabó. No fue un fallo del sistema ni una acción deliberada. En realidad, es que nunca se han grabado, lo que resulta si cabe más incomprensible. Este hecho arruina las teorías de la conspiración difundidas desde el entorno de la oposición. Hubo quien sostuvo que el PP la había eliminado para borrar pruebas. Pero, un momento, esperen. ¿Pruebas? ¿de qué exactamente? Me temo que las redes sociales en situaciones de emergencia destruyen más que aportan. Regresemos a la ausencia de la grabación. Y no será por la falta de medios técnicos ya que si en Emergencias no cuentan con un dispositivo que permita registrar a los intervinientes... De hecho, el mismo programa informático que se usa para las incorporaciones telemáticas, lo permite. No debería haber más problema judicial que la autorización de los allí presentes o incluso la modificación del Decreto del Plan de Emergencias donde no se recoge absolutamente nada de que las reuniones se registraren. Los juicios, por ejemplo, se graban. Se trata de un documento vital, que puede ser determinante para la libertad de una o más personas o un alivio económico... Por eso conviene poder repasar lo que allí tuvo lugar. Las declaraciones, las periciales, los informes... Parecería un absurdo que los juicios no se registraran de este modo, ¿verdad? Entonces, ¿cómo nadie se planteó hasta este mismo momento la necesidad de grabar esos encuentros donde las decisiones pueden no ya condicionar la libertad de las personas sino proteger su propia vida? Un documento que más que prueba incriminatoria fuera la salvaguarda del trabajo de cada una de las administraciones. La reconstrucción judicial de esa cita, que llegará. sin duda, se deberá elaborar a través de testimonios de unos y otros y ahí ya entrará en juego la memoria, las percepciones de cada uno. Y el retrato será, sin duda, menos fidedigno. No descarten algún audio grabado de manera encubierta. ¿Quién y por qué? Son dos cuestiones interesantes para el autor en ese contexto Una grabación hubiera despejado muchas -todas- las dudas. El papel de Salomé Pradas, los famosos recesos o apagones del encuentro, la hora de llegada del presidente, las opiniones acerca de lanzar o no la alerta a los móviles y con qué texto, el criterio de los técnicos acerca de esta posibilidad -¿fueron todos favorables?- el papel del presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar, Miguel Polo, un hombre hoy por hoy en paradero -mediático- desconocido y el papel de la última heroína de la gestión de la DANA, Pilar Bernabé. Si la situación era tan clara, el riesgo tan evidente y las muertes se planteaban en el horizonte como algo no sólo posible sino probable, ¿no hubo nadie con suficiente criterio y determinación para tomar el mando?
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