La cronología. Eduardo Beut lleva seis meses en Antifraude. Su desembarco como director no parece haber sido pacífico. Más bien todo lo contrario. Su ... llegada, con los antecedentes de su curriculum y el cambio de la ley al que se vio obligado el Consell, se envolvió de esa atmósfera intensa de la política. Pero capeó el temporal con el silencio. Que no es tampoco mal método, por otra parte. Pasaron unos días y decidió cesar a los dos dirigentes más afines al anterior director, Joan Llinares. Por un lado, apartó a Gustavo Segura que había sido el otro candidato que había pugnado por su puesto. Él representaba la vía continuista. Por cierto, ¿quién le obligaría -no se puede entender de otro modo- a presentarse al segundo proceso cuando ya sabía que no era el elegido? Idéntica decisión adoptó con Teresa Clemente, la responsable de Servicios Jurídicos. Para justificar el cese de ambos redactó alrededor de una veintena de puntos en los que relataba un funcionamiento caótico -en algún caso incluso con aparentes responsabilidades judiciales para alguno- del organismo. La lista de reproches hubiera dado para calificar la Agencia como la casa de los horrores. La experiencia en el periodismo y en la política invitan a pensar que ni sería un desastre ni un remanso de paz y buenas prácticas. Entre todos los argumentos, además, figuraba la crítica del nuevo director de una excesiva colaboración con la Fiscalía Anticorrupción, posición que mantienen otras fuentes conocedoras del funcionamiento y, de entrada, no alineadas con ninguno de los dos bloques. En cualquier caso, para un mensaje como este convendría una explicación detallada más allá de un párrafo para argumentar los ceses. Volvió Beut a generar otro incendio con la eliminación del denominado comité de ética de la Agencia, un grupo de personas -todos de la cuerda de Llinares, conviene recordarlo- que cuidaban del buen funcionamiento del organismo. La solución fue adherirse al Código Ético de Les Corts, una guía todavía en elaboración. Ignoro si el incendio era o no necesario porque se desconoce el trabajo real de los tres expertos que formaban parte. Y así han ido pasando las semanas y los meses... Y llegó la dana, la tragedia con 224 muertos y miles de damnificados que ha cambiado el paradigma en el que operaba la Comunitat. Beut se ha visto beneficiado. El foco se dirigió hacia lo más importante y lo secundario fue bajando escalones de manera vertiginosa. Beut ni ha comparecido en Les Corts para explicar su hoja de ruta para Antifraude ni tiene previsto hacerlo. También había avanzado una reunión informal con medios de comunicación donde trasladar algunas explicaciones. Tampoco esto se ha celebrado. En cambio, ha dado la orden de recortar la publicación de las resoluciones lo que reduce la información disponible. Y, además, ha amortizado otras cinco plazas con lo que la Agencia sigue adelgazando. En este último recorte incluye, además, la plaza de periodista, lo que traslada un síntoma de la escasa importancia que Beut otorga a la comunicación. El nuevo director apuesta porque no se hable de la Agencia y eso es una línea roja que ni en los peores momentos de LLinares -esta casa ha sido crítica con algunas de sus decisiones- se atrevió a cruzar. A Beut le puede pasar que tratando de silenciar informaciones sobre la Agencia, al final, se convierta él en la noticia. Quizá no le importe ni le distraiga estar en el foco, pero a los que le pusieron allí, a lo mejor, llega un momento en que tanto ruido les incomoda. Y bastantes urgencias tiene este Consell como para abrirse frentes de manera gratuita.
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