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La historia. Si hay un personaje judicial que ha marcado prácticamente toda la trayectoria profesional del autor de estas líneas es Francisco Camps. Ahora que ... muy probablemente se cierra una etapa judicial conviene hacer balance de una persona que, quizá atormentado por todo el reguero de casos judiciales -¿quién puede mantenerse firme ante semejante avalancha de imputaciones?- se esforzó en mostrar sus defectos en un arduo ejercicio por esconder sus virtudes. Un diagnóstico, sin duda, cuestionable, como todo lo que aparece semanalmente en esta ventana. Lo anterior, en cierto modo, resulta comprensible. Verse obligado a dejar la Generalitat y desde entonces vivir bajo la sospecha permanente -hablamos de 15 años de una vida- es un trance lo suficientemente traumático, convulso y determinante como para desdibujar los rasgos definitorios del personaje. Recordé este jueves, a raíz de su absolución, la última vez que hablé con Camps. La conversación no terminó de forma agradable, aunque después hubo disculpas. Las relaciones entre imputados/acusados/sospechosos y periodistas rara vez suelen ser pacíficas y si frecuentemente lo son conviene examinarlas con lupa. Dos imaginarios, no diremos que antagónicos, pero sí con diferentes interpretaciones. Pero no podemos olvidar que mientras uno está en la redacción, el otro se juega su vida y prestigio. Esa desigualdad invita siempre a la comprensión. Camps puede exhibir sin complejos la teoría de la persecución judicial como ningún otro político. Diez, doce o nueve, da igual el recuento de las causas, le permiten mantener esa tesis. La supuesta persecución judicial a Oltra sería un juego de preescolar si lo traspasamos al universo Camps. El expresidente ha contado con enemigos propios, pero también externos. El PSPV le ha acusado en dos ocasiones y en las dos ha resultado absuelto. La Abogacía de la Generalitat ha demostrado un pertinaz empeño en mantener vivas sus causas pese a que la Fiscalía había ya pedido el archivo. También en la Fiscalía el entorno del dirigente ha visto más sombras que luces. Por ejemplo, en Vicente Torres, el fiscal que impulsó denuncias de la entonces -y ahora de nuevo también oposición- y que finalmente, en una maniobra poco estética, terminó de magistrado del Tribunal Superior de Justicia apoyado por el Botánico. Menuda voltereta. Al margen de otros casos de corrupción en su Gobierno que cuestionan y con motivo su legado, Camps ha ganado. Un triunfo personal sin dudas. Una ocasión excepcional para ser elegante en la victoria; el mejor momento para sacar del cajón las virtudes en un proceso inverso al que comenzó hace 15 años. Una etapa para deconstruir al expresidente.

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