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El recuerdo. Teníamos una costumbre en el grupo de amigos. Ante una ocurrencia, broma, chiste o simplemente gracia alguien o varios rompían a reír. ... Y, de repente, uno atajaba en seco la carcajada, habitualmente sonora, y muy serio, soltaba a su interlocutor: «¿Eres tonto?». Así que durante unos segundos, el autor del comentario ignoraba si de verdad la chanza había tenido éxito o todo era una simulación. Esto perduró algunas temporadas. Se debió perder, calculo, a medida que avanzaba el milenio. Tampoco el humor, como casi todo, permanece al margen de las modas. El caso es que esta semana recordé esa actitud ante el contrario en la sesión de control en el Congreso. Salió Feijóo a decir que gobernar no es estar en La Moncloa y le respondió Sánchez con el piso en el que vive Ayuso, comprado supuestamente con un fraude a Hacienda de su pareja. ¡Qué magnífico talento en las respuestas! Ahora que la corrupción parecía que ya no era una preocupación para el ciudadano no deja de serlo para los partidos. El caso Koldo, el fraude de la pareja de Ayuso, Zaplana y allegados... Todo vale, pero no para analizar el fenómeno en si y cómo erradicarlo sino para tener un arma con la que defenderse. Así que la corrupción, en realidad, sirve de inmejorable alimento a los políticos. Se prescinde de un análisis riguroso -más allá del judicial- y del establecimiento de medidas correctoras. Porque en realidad no importa que vuelva a pasar sino que le ocurra al resto. Qué suerte lo del fraude fiscal de la pareja de Ayuso, piensan en las filas del PSOE. Poderoso argumento con el que cerrar la boca del PP cuando hablen de Koldo, Ábalos y las mascarillas. En qué mal momento se ha descubierto lo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, defienden desde el otro lado. El «y tú más» es territorio habitual de discusiones en patios de colegio y de ciertos conflictos de parejas, pero de todo un presidente del Gobierno y del presidente del partido más votado... No sé, quizá esperábamos otra cosa. O no. Y eso nos precipitaría directamente a un problema todavía de mayor calado. Tenemos a estos representantes porque de verdad nos gusta. No hay pues decepción en las actuaciones sino la confirmación de nuestro sesgo en esas actitudes. La conclusión asusta porque tenemos lo que buscamos y, en realidad, necesitamos. Y eso, traducido al ciudadano de a pie, no es que le preocupe la corrupción sino lo que pretende es mantener oculta la suya. Mazón habló ayer de rebajar el ruido. «Vamos a reflexionar todos un poco, vamos a calmarnos y vamos a ver si priorizamos las cosas que importan de verdad». Difícil discrepar. Pero mientras esto llegue o se establezca como objetivo, nunca aquella broma, la de «¿eres tonto?», tuvo más vigencia que en estos tiempos convulsos.
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