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Hace dos semanas, Ana Iris Simón publicó una columna titulada 'La Internacional Maternalista'. No tenía como finalidad calentar el ambiente para el 1º de Mayo, ... tampoco para criticar la situación política. Era una reivindicación de lo que, desde la teoría de las inteligencias múltiples, hemos llamado 'Inteligencia maternal'. No hacía ninguna mención a las investigaciones de Katherine Ellison o de quienes en la tradición personalista reivindicamos una ética del cuidado, que nutre de justicia cordial un universo samaritano que genera ternura, misericordia, admiración y compasión. No tenía ningún tipo de pretensión política o filosófica.
Los lectores de aquella columna sabemos que las simpatías por el mundo obrero de su autora podían llevarnos a una reivindicación más propia del socialismo que de la Ética. El título era provocativo y tenía como finalidad realizar un alegato en defensa de la maternidad. En tiempos donde todo el sistema social y productivo de la civilización gira en torno a la Inteligencia Artificial, reivindicar lo maternal tiene mucho de revolucionario, contracultural y seductor. Contaba cómo la gente sonreía cuando la veían embarazada e incluso se daban la vuelta y era el preámbulo de una breve conversación amigable. Para ella: 'empujar un carrito de bebé siendo joven es más poderoso a la hora de atraer miradas que un escote, quizá porque el principio de escasez opera en lo primero y la saturación en lo segundo'.
Ya quisieran los sistemas de Inteligencia Artificial redactar esa frase o describir con precisión la entrañable naturaleza de lo maternal. Absténganse poshumanistas, transhumanistas, utilitaristas y materialistas de algoritmos complejos porque lo maternal sigue ganando la batalla a lo artificial. Es una pena que los fondos europeos se estén invirtiendo con más rapidez en lo artificial que en lo maternal, que el sistema económico y financiero esté más pendiente de la digitalización embrutecedora que de la personalización dignificadora que nos proporciona la ternura de la inteligencia maternal. Ya quisieran Alexa y el ChatGPT en sus diferentes versiones convertirse en referentes para la ética del cuidado, para salir al paso de la fragilidad de los pequeños y vulnerables, para dar y sostener gratuitamente la vida, para nutrir y envolver a los recién nacidos, higienizar, socorrer, consolar y cantarle con mimo a un recién nacido. Lo artificial nos envuelve y engolosina pero no nos abraza ni nos nutre, tampoco puede transmitir la bondad con el puro contacto físico de una caricia. Por mucha robótica sanitaria que nos invada, lo artificial es incapaz de humanizar la atención a enfermos, mayores y moribundos. Solo la ternura de lo maternal nos hace verdaderamente inteligentes, nos proporciona un cerebro social, multitarea, anti-estrés y, sobre todo, sin miedo.
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