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Jorge Semprún contaba en uno de sus ensayos cómo en el Partido Comunista de España, Dolores Ibarruri, 'La pasionaria', le dijo un día: «Tengo que ... hacerte una autocrítica, Jorge». La expresión resulta paradójica porque en su sentido original, el término 'crítica' se utiliza para describir el uso o los usos de la razón ('kritik'). Como recordarán los bachilleres que preparan selectividad, Kant escribió las famosas 'críticas', que describen los usos teórico, práctico y prudencial de la razón. Más tarde, se utilizó el término 'autocrítica' ('selbst-kritik') para describir la dimensión introspectiva del uso de la razón, para reflexionar y tomar sincera conciencia de uno mismo. El término se hizo famoso en la historia del marxismo cuando Lenin, Stalin y Mao lo utilizaron para que los responsables políticos asumieran en público sus propios errores. Lo que comenzó siendo una humilde confesión pública de los desviaciones personales ante los comités revolucionarios del partido, terminó siendo un escarnio público, una condena política, una purga en toda regla y hasta la deportación o ejecución ejemplar del camarada equivocado.
Al analizar los resultados electorales, sin llegar tan lejos como los comunistas, los socialistas se han propuesto hacernos una autocrítica electoral a los españoles. Como si los ciudadanos fuéramos menores de edad y no tuviéramos capacidad de crítica, se han empeñado en hacernos autocrítica postelectoral y recordarnos de manera paternalista que no vamos por buen camino. En lugar de hacer una crítica serena desvelando el complejo bipartidismo imperfecto que se avecina; en lugar de usar la razón para reconocer introspectivamente sus propios errores, utilizando el concepto de autocrítica en su atinado sentido original, resulta que se han 'batasunizado' y 'podemizado'. Están aplicando los peores recursos del comunismo más despreciable: demonización del adversario, emotivismo argumentativo, maniqueísmo moral y polarización inducida. Propaganda guerracivilista en estado puro.
Aunque la comparecencia de Sánchez en las Cortes el pasado miércoles sea un ejemplo antológico y patológico de esta simplificación (tolerancia/homofobia; diversidad/confrontación; reformismo/recortes; progresismo/trumpismo, buenos/malos, etc.), los barones socialistas deberían evitar estos errores y dejar de morderse la lengua. Ximo Puig tiende a caer en estas simplificaciones cuando atribuye sus errores a «causas exógenas» y alimenta el 'marco mental' del visceralismo que a veces ha criticado, Pilar Alegría mete a todas las derechas en el mismo saco y Tezanos incentiva la cocina intelectual de la radicalización. No estaría mal algo menos de autocrítica electoral a los votantes y algo más de sinceridad moral.
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