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Hace unos días, Carmen Gómez-Cotta realizó una entrevista a Jordi Sevilla con ocasión de la publicación de su 'Manifiesto para una democracia radical' (Deusto). Sevilla se muestra crítico con las políticas neoliberales, basadas en la desregulación, la privatización y los tijeretazos al estado. Analiza ... el hartazgo y la decepción de una ciudadanía que se siente abandonada por el sistema democrático y huérfana de representación política. Señala que algunos analistas que él considera 'liberales', como el propio Fukuyama, también han criticado este liberalismo salvaje que está dañando las bases de la sociedad y los fundamentos de la propia tradición liberal. Señala una de las consecuencias más graves: la avería del ascensor social.
Cuando no hay alternativa al sistema, sucede que, como en todas las comunidades de propietarios, llegamos a la conclusión de que es mejor reparar la avería del ascensor que instalar uno nuevo. Para este analista, hace mucho tiempo que el ascensor se ha roto y si los socialdemócratas quieren repararlo no puede ser con los discursos meritocráticos o la cultura del esfuerzo. Considera que el esfuerzo no garantiza nada y que estamos consolidando una sociedad estamental donde todo dependerá de la familia en la que se nazca o el entorno donde uno se encuentre. Recuerda que la democracia funciona con sociedades cohesionadas donde hay que sentirse orgulloso y formando parte de una comunidad. Apela al patriotismo constitucional de Habermas como factor 'supraidentitario' con el sentirse vinculado con los demás.
Como era previsible, critica la partitocracia, el bipartidismo, las expectativas que generó Ciudadanos, la sociedad del espectáculo, las redes sociales y las visiones populistas. Proporciona algún pellizco al propio PSOE porque considera que se está desentendiendo del bien común. No muestra ningún cariño a las políticas identitarias y, para repensar su modelo de democracia, muestra una nostalgia desconcertante por la racionalidad del estoicismo. Ahora bien, ni una línea para criticar las propias políticas que levantan muros, que incentivan las desigualdades entre españoles, que fomentan el resentimiento, que aprueban leyes de educación o eutanasia sin debate parlamentario o asesoramiento de expertos. Ni una línea para describir las derivas iliberales y autocráticas de sus compañeros de partido y gobierno. Tampoco menciona la desestimación que realizan de la militancia, el compromiso cívico, la palabra, la deliberación pública y la cultura del consenso en los espacios públicos de deliberación. Ni una línea para la cultura de la responsabilidad, la virtud cívica o la ejemplaridad. Con estos mimbres, olvídense del ascensor, tenemos avería para rato.
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