En clase me ha sucedido algo parecido a lo que Manuel García Morente llamó 'hecho extraordinario'. En aquél caso fue la conversión que se produjo oyendo una determinada melodía que cambió su vida. En este caso fue el efecto que produjeron las reflexiones que realicé ... en la memoria de los alumnos. Todo comenzó cuando recordé en clase que el uso realizado por el presidente Sánchez del neologismo 'fachosfera' procedía del documento de un asesor que conocía un famoso libro de Luciano Floridi: 'La cuarta revolución. Cómo la Infosfera transforma la realidad humana'.
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A juicio de este filósofo italiano, para describir lo que nos está sucediendo en la cultura digital ya no podemos separar la Geosfera o Biosfera, de la Sociedad de la información (Infosfera). La digitalización está siendo tan acelerada y de tal naturaleza que cada vez es más difícil separar lo virtual de lo real, incluso augura problemas para diferenciar lo que hay dentro de las redes (on-line) y fuera (off-line). Deja claro que esto transformará nuestra percepción de la realidad y las funciones de la memoria humana. Cuando todo el mundo presta atención a la memoria y las posibilidades de Infosfera, señala que es más importante lo que sucederá con el olvido, tan necesario para vivir como la memoria. Recuerda que los escritos de Sexto Empírico, de los primeros siglos de nuestra era, aún se pueden consultar en cualquier biblioteca del mundo, aunque no estén digitalizados. Sostiene que los soportes digitales son un peligro útil, un peligro porque no guardarán bien lo real y de gran utilidad porque nos obligarán a olvidar.
Este arranque de la clase me sirvió para plantear los descuidos éticos que puede generar la digitalización y en qué medida los vínculos humanos se transforman. El ejemplo que generó el hecho extraordinario procede del ingenio natural de la comunicación publicitaria. El anuncio de Telefónica en navidades se organizó en torno a la memoria (y el olvido), con el lema 'cien años conectando la vida de las personas'. Todo el relato publicitario estaba organizado en torno a los besos y la evolución de la comunicación telefónica. Daba igual que fuera a través de la operadora de la centralita, pegados al cable o la cabina, en el contestador o en el fin del mundo, en la tierra o en Marte, entre jóvenes o viejos...el fundamento estaba en el valor del beso. Pedí cerrar los ojos por un minuto y hacer el ejercicio de recordar esta relación entre el beso y el teléfono, teniendo como contraste la experiencia que cada uno había tenido con el primer beso real. Fue un momento de intensidad emocional. Nos sorprendió el timbre y una alumna con 90 años recién cumplidos me dijo: «gracias».
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