La designación del teniente general (retirado) Gan Pampols como vicepresidente para la reconstrucción de Valencia ha generado razonables expectativas en la ciudadanía. Es probable que, desde el famoso congreso de Valencia de 2007 cuando se expulsaron a los liberales y otras familias políticas del centro- ... derecha, esta sea una buena noticia para el debate de las ideas. Este profesional de la milicia ha venido con voluntad de servicio y su decisión, además de honrarle personalmente, es un mensaje muy claro a la sociedad española. Un mensaje que puede ser interpretado, al menos, con tres claves.
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Una clave tecnocrática porque los ciudadanos quieren resultados y esperan que las decisiones para la reconstrucción no se pierdan en la maraña de las administraciones locales, autonómicas, nacionales o europeas. Hay expectativas de eficiencia, eficacia y solvencia en estos profesionales de la administración pública porque entienden la modernización de los procesos vinculada a una organización jerárquica y meritocrática de las difíciles decisiones. A diferencia de la «casta» política descrita por algunos politólogos como los profesionales que arruinan a los pueblos, es bueno contar con técnicos solventes y competentes. Los investigadores italianos Sergio Rizzo y Antonio Stella mostraron hace unos años cómo la casta política se empeña en arruinar a los países. Lean el libro 'La casta. Así trabajan los políticos italianos para arruinar el país' y apliquen las analogías oportunas.
Hay una segunda clave ideológica, no por el hecho de que este profesional tome posiciones de partido. Recordemos que De Gaulle reconoció las insuficiencias del liberalismo y el socialismo para reconstruir su país y activó una nueva filosofía política que sospecha de los partidos tradicionales como mediaciones para resolver los problemas de la gente. La pervivencia del gaullismo y sus variantes en la Unión Europea debería obligar a los líderes del centro derecha para que se pusieran las pilas y, en lugar de echarse los trastos a la cabeza, recuperasen un diálogo fecundo con las diferentes versiones del gaullismo, liberalismo o conservadurismo. Hay una tercera clave propiamente moral. A diferencia de los partidos modernos que alimentan élites extractivas con las que empobrecen a los pueblos, un liderazgo basado en el servicio, la generosidad y la abnegación personal rompe la lógica del cálculo interesado de los partidos con la lógica de una ejemplaridad incuestionable. Este liderazgo consigue proyectar unitariamente el país y cohesionar moralmente a las gentes. Como Ionesco, aún esperamos a Godot, es decir, una nueva administración pública que no esté al servicio de las castas, los algoritmos o los protocolos sino al servicio de los ciudadanos.
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