Urgente La Lotería Nacional del sábado deja el primer premio en un popular municipio valenciano y otras cinco localidades

En el libro de los Reyes, el joven rey Salomón le pide a Dios que le conceda «un corazón para escuchar». No le está pidiendo ... capacidad de cálculo algorítmico, habilidades para la creación artística o energías para la defensa de su pueblo; le pide capacidad para escuchar. Por muy simple que pueda ser la petición, se trata de una lúcida receta que puede aplicarse en numerosos ámbitos de la vida cotidiana. Por ser ambiciosos en la cuesta de enero, quizá se trata de un deseo que no solo puede salvar la democracia de las propuestas autocráticas que la amenazan, sino de la única receta que puede salvar cualquier democracia futura. Para ello, algunos pensadores contemporáneos recuperan la importancia, la necesidad y el valor de la Religión como reserva de sentido.

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Una recuperación que ya no se hace en términos decimonónicos o integristas para fortalecer la restauración del capitalismo más salvaje o el fundamentalismo moral, se hace para salvar la democracia de sí misma y sus derivas autocráticas o totalitarias. Una recuperación que reclamó hace unos meses el sociólogo Harmut Rosa cuando la diócesis de Würzburg le pidió una conferencia con la que presentar sus propuestas éticas, culturales y políticas para repensar la democracia. Conocido por sus trabajos sobre el valor de categorías éticas y estéticas relacionadas con la 'resonancia' o lo 'indisponible' para hacer frente a la inmovilidad deslumbrante de la aceleración tecnológica, afirmó con claridad la necesidad de la Religión para salvar la Democracia. De hecho, tanto el editor alemán, como el inglés, han titulado la conferencia señalando la forzosidad o necesidad ('braucht', 'needs') de esta relación.

El profesor Rosa pertenece a la última generación de la Escuela de Frankfurt y en cierta medida continúa los planteamientos socialdemócratas con los que el marxismo originario ha rectificado, ensanchado y corregido sus horizontes ideológicos.

Continúa la tradición socialdemócrata de Jürgen Habermas pero no tiene ningún complejo para recuperar todo lo que ética, social y políticamente significa la Religión para pensar el agotamiento moral de nuestras democracias. Mientras el 'otro', el vecino o quien no piensa como los de mi tribu sea considerado como indiferente o 'enemigo', mientras lo que dice no tenga valor alguno, la democracia no se salvará.

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La regeneración ética de la democracia requiere voces que denuncien o manos que construyan, pero sobre todo oídos entrenados para escuchar bien, con el cuidado de una inteligencia cordial.

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