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A finales del siglo XIX y principios del XX nacieron una serie de iniciativas pedagógicas que todavía siguen vivas. Unas estuvieron relacionadas con la aplicación de teorías innovadoras, introduciendo la experimentación científica, el contacto con la naturaleza y la racionalización de los afectos desde las ... edades más tempranas, recordemos a María Montessori o lo que en nuestro país supuso la creación de la Institución Libre de Enseñanza. Otras estuvieron relacionadas con algo mucho más elemental, tenían como finalidad sacar de la miseria, aprender las primeras letras y recobrar una dignidad humana en grupos sociales y familias que las oficialidades consideraban descartadas o marginadas. Entre estas, además de Pedro Poveda o el Padre Manjón, en Valencia nos encontramos, entre otras, con iniciativas de la familia franciscana de Luis Amigó (terciarios y terciarias) o Miguel Fenollera (1880-1941).

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Este último puso en marcha un modelo que llamó 'avemariano' porque las religiosas, con el pomposo nombre de 'Religiosas operarias del divino maestro', tenían un carisma basado en el 'Hágase' de la Anunciación. Junto a esta inspiración teológica, hay una fuente práctica e histórica que hoy, con terminología del Papa Francisco, llamaríamos atención a las periferias, descartados y empobrecidos. En 1910, comienzan en las periferias de Valencia, en lo que era el barrio de las Carolinas-Benimamet, siguiendo luego en Bilbao, Vallecas, Albacete y otras ciudades.

Durante los últimos años, estas iniciativas se mantienen como proyecto educativo mediante la 'misión compartida', una fórmula institucional gracias a la cual el carisma y los valores fundacionales son liderados por equipos educativos de laicos y religiosas. Ayer se reunieron en Valencia estos equipos para desarrollar uno de los enfoques pedagógicos más innovadores: la ética del cuidado. En la práctica educativa, este enfoque tiene en cuenta la volatilidad, vulnerabilidad o aceleración de la nueva cultura digital, la precariedad de los contextos familiares y la fragilidad de los educandos. Además de los problemas sociales, psiquiátricos y psicológicos, hay descuidos antropológicos básicos. El burocratismo y ordenancismo didáctico minusvaloran categorías como la palabra, el encuentro, la atención, el entrenamiento de la voluntad o el conocimiento riguroso. Además, se desentiende de un concepto de salud integral para el que deben capacitarse maestros y profesores de todas las áreas. Como si en lugar de enseñar bien, el maestro multitarea estuviera al servicio de los deseos, caprichos y ocurrencias emocionales. El cuidado introduce criterio y discernimiento, condimentos básicos para no naufragar sociedades líquidas.

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