Hace unos días me pasaron una entrevista que Juan Luis Cebrián realizó a Miguel Herrero. Ninguno de los dos se cortaba un pelo en sus ... apreciaciones y el hecho de que fueran dos personajes con trayectorias tan diferentes introducía cierta dosis de curiosidad morbosa. Abordaron la actualidad, centrándose en la Constitución del 78 y sus desarrollos legislativos, desde los problemas que aún sigue planteando el título 8º cuando aparece el estado de las autonomías y sus competencias, hasta los problemas de constitucionalidad que puede plantear la ley de amnistía de Sánchez a los líderes independentistas catalanes. Recordaron la importancia de la Transición y cuando procedieron a su valoración mencionaron dos circunstancias que condicionan nuestro presente. Primera: nuestros políticos no leen. Segunda: el consenso constitucional se consiguió porque todos los actores tenían buena fe.
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Esta mención al conocimiento y la buena fe no puede pasar desapercibida esta semana en la que Sánchez ha vuelto a poner en marcha el ventilador de la ignorancia y la polarización inducida. Lo ha escenificado con un discurso simplificador e incierto, realizado para fragmentar, desterrar la voluntad de conocimiento y buena fe que necesita la vida pública. Para forjar los consensos que necesitan las nuevas generaciones, y sobre todo para aplacar el nivel de tensión cainita que tenemos en estos momentos, hay que «volver a la buena fe... nadie pacta si cree que la otra parte le engaña. Hay que cambiar el ambiente político y aplacarlo, después quitar un poco de pasión y meter un poco de conocimiento. Y que no fueran los desocupados quienes tratasen de ocuparte de este tema, sino atender a la experiencia política, al buen criterio jurídico. En España, tanto en la derecha como en la izquierda hay gente capaz. Pero esa gente no está en el debate político...».
Estas palabras de Miguel Herrero exigen eliminar pasiones e introducir buena fe, aunque los partidos crean que la tensión, el ruido y el lío les reporta beneficios. Pero beneficia solo a los dirigentes de los partidos, «... que si no estuvieran ahí, dónde estarían, ¿en el paro todos? Claro. La tensión es mala, aunque para los partidos y sus dirigentes no lo es. Lo primero que habría que hacer sería introducir una dosis de buena fe, y después de una dosis de conocimiento. Ambas cosas faltan hoy en España». Cuando Cebrián le pregunta por la ignorancia de la clase política, Herrero responde: 'les falta estudio'. Además, ofrece estoicamente una amarga metáfora, «España es como el musgo, no da flores, pero aguanta todo».
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