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El martes presentamos dos libros que recogen el conjunto de artículos periodísticos que el grupo 'Tácito' elaboró entre 1973 y 1976, en el germen de la Transición. José Manuel Otero, uno de los que formaban parte de aquel grupo y que también participó en los ... gobiernos de UCD, fue el encargado de animar la presentación de este proyecto de moral política del que también formaba parte el propagandista valenciano Serafín Ríos Mingarro. Otero recordó que algunos los calificaban como «termitas del régimen» porque desde dentro trabajaron concienzudamente para su pacífica demolición.
Para quienes no lo sepan, el nombre lo proporcionó Marcelino Oreja en noviembre de 1973 cuando surgieron las prisas para hacerse presente en la opinión pública con el primer artículo. Estaba leyendo un comentario de Marañón sobre la figura de Tácito y recordó que era un liberal que consideraba la libertad como condición inexcusable para el progreso. Confiesa que el nombre tuvo pocos partidarios pero que, según otro miembro del grupo, Juan Antonio Ortega, era adecuado al grupo de redactores. Todos consideraban que unas veces había opiniones que se debían realizar de modo claro y nítido, pero otras, que solo se podían sugerir de modo 'tácito'. Este tacticismo permitía apartarse del régimen con claridad y aterrizar con suavidad en una democracia pluralista. Al final, todos aceptaron el nombre porque representaba un juicio deliberado y común, realizado por un conjunto de personas que buscaban un criterio compartido y no querían que triunfara el criterio de 'mengano' o 'fulano'.
La idea no era dividir, sino «procurar la unión de los afines» y promover el reformismo político. Frente al fulanismo de otros grupos y liderazgos políticos, estaba clara la idea de que 'Tácito' no era ni de mengano ni de fulano. Querían una respuesta generacional a la laberíntica y frustrante atomización de los democristianos del momento, que malgastaban energías en bizantinas controversias sobre la homologación partidista a otros grupos europeos o consideraciones doctrinales abstractas. Más que nostalgia y melancolía por el papel que desempeñó este grupo, su recuerdo nos permite percibir con claridad el 'fulanismo' de los singulares personajes que hoy nos gobiernan. En lugar de argumentar en público y buscar afinidades para fortalecer la democracia o promover la excelencia en la vida profesional, se caracterizan por prácticas autocráticas propias de fulanos sedientos de poder. En lugar de animarnos para buscar afinidades constructivas, el fulanismo se basa en la tergiversación de la historia y la atomización de la sociedad civil. Aunque no echamos de menos aquellos artículos, sí agradecemos aquel trabajo de equipo que hoy, cinco décadas después, proporciona vitaminas para una democracia combativa.
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