El Comité de Bioética del Hospital General de Valencia celebró esta semana una jornada de estudio sobre los retos de la IA (Inteligencia Artificial) para la Medicina. El interés que está despertando la IA en todos los ámbitos laborales es sorprendente. No sabemos si será ... porque vemos peligrar nuestro puesto de trabajo o porque abre senderos insospechados para el conocimiento humano. En todo caso, la digitalización acelerada es un proceso cultural digno de estudio. Podemos llamarlo 'mitificación' porque la IA se ha convertido en el condimento de todas las salsas. No hay narrativa social que no venga aliñada con el condimento de la IA. Desde la biología molecular hasta la gestión de fronteras, se ha construido una narrativa civilizatoria donde la felicidad, la justicia social y la seguridad dependen de la IA.
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El problema no está en los innumerables servicios que la aplicación de los algorítmicos está teniendo en nuestras vidas, el problema está en la instrumentalización cultural, argumentativa y comunicativa para sustituir cualquier otro relato. En el campo de la salud está siendo sorprendente y acelerado, más aún después de la pandemia del Covid-19. Hemos comprobado que la salud del microcosmos de nuestro cuerpo no puede ser gestionada sin el macrocosmos del planeta. Aquí es donde la administración, gestión y planificación algorítmica producen sus frutos. Desde las aplicaciones deportivas para comprobar ritmos cardíacos que utilizamos en los dispositivos móviles, hasta la robotización de la cirugía clínica o la atención domiciliaria, pasando por la planificación de la salud mental y el triaje algorítmico de los servicios socio-sanitarios, no hay rincón de nuestra vida que no se convierta en 'dato' procesable.
En la gestión algorítmica de la salud, cada vez son más los profesionales de la sanidad que terminan utilizando el marco mental de algunos ingenieros informáticos porque consideran que el cuerpo del paciente funciona mecánicamente. En el aprendizaje de las aplicaciones a la salud, cada vez es más habitual comprobar que los gestores algorítmicos se refieren al cuerpo como 'algo que se tiene' y no 'alguien que se es', es decir, que consideran el cuerpo del paciente como el cuerpo-objeto de un usuario o cliente que puede moldearse de manera mecánica. Si a ello se añaden determinadas aportaciones de las neurociencias que nos permiten hablar de inteligencias extendidas o máquinas que aprenden, se allana el camino hacia el materialismo mecanicista donde el cuerpo-propio y personal es sustituido por el cuerpo-objeto y mercancía. La IA resulta tan atractiva porque junto a las evidencias por la mecanización algorítmica del cuerpo se esconde algo más misterioso, valioso y atractivo: la frágil verdad del yo.
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