Con la celebración del Corpus en muchos pueblos y ciudades de España se visibiliza la concordia cívica entre las autoridades públicas y la Iglesia católica para organizar la fiesta. Aunque muchas ciudades hayan mantenido la fiesta en el tradicional jueves, la celebración se ha pasado ... al domingo. No es un momento cualquiera en las fiestas populares porque se hace visible la presencia pública de la Iglesia católica en sociedades aparentemente líquidas, secularizadas, descristianizadas. Aunque algunos piensen que se mantiene la fiesta por razones económicas, culturales o patrimoniales, hay un dato importante que ningún analista político puede ignorar, está relacionado con la 'caridad política'.
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A veces, las autoridades que lucen sus mejores galas ese día, desconocen la importancia de la 'caridad política' en la vida de los pueblos. Se trata de un concepto importante en ética cívica por varias razones. Primero porque recuerda que la práctica de la misericordia, la generosidad y la solidaridad tienen una dimensión civil y pública. Como nos recuerdan desde Cáritas, está en juego el trabajo por la justicia, con rostro, con el nombre y apellido de personas que son, a su vez, ciudadanos. Segundo, porque las obras que surgen de las convicciones religiosas profundas o de una espiritualidad encarnada generan hábitos del corazón, tienen efectos institucionales y políticos. Antes de que los estados modernos se atribuyeran cualidades teológicas, felicitantes y paternalistas, algunas comunidades religiosas lucharon contra la usura e institucionalizaron la caridad, crearon dispensarios, escuelas, hospitales, universidades e instituciones de socorro mutuo. Y tercero, porque vacuna contra la pulsión totalitaria de quienes se sienten diosecillos cuando ejercen cualquier tipo de poder. Nos recuerda que la dignidad intrínseca de cada ser humano no es fruto de una votación parlamentaria o de una licencia graciosa de ricos y poderosos.
Aplicado al contexto electoral europeo, las iglesias, tanto católicas como ortodoxas, son gigantes dormidos que desconocen el vigor moral con el que podrían reanimar el proyecto europeo. Si fueran conscientes de la importancia de la caridad política pondrían más empeño en la capacitación política de los fieles. Lo que no significa arengarlos o unificarlos para que se constituyan en partido político, sino para que lean más, se informen, se formen y analicen con discernimiento el engolosinado mercado de las ideologías. Sin nostalgia de ningún tipo, la reivindicación de la 'caridad política' y su alcance cívico puede ser una oportunidad para promover una «pastoral de la política» que contribuya a disminuir, aunque solo sea un grado mínimo, los niveles de frivolidad e incompetencia.
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