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Uno de los temas que más revuelo mediático está causando es el reparto de menores migrantes. Las ideologías políticas no tienen una varita mágica con ... la que aplicar los textos de Milton Friedman, Thomas Piketty o J. M. Keynes para integrar en un mundo globalizado a los menores y migrantes. Tampoco las ideologías populistas saben cómo afrontar el tema, porque son fruto de abstracciones o simplificaciones, de sofistas enmoquetados que desconocen las colas del hambre. Pocos temas son tan fáciles de instrumentalizar en una política emocional e intencionadamente polarizada como el rostro de personas menores, vulnerables y empobrecidas. Algunos partidos son tan miserables que parecen unos carroñeros subasteros incapaces de afrontar el tema con estabilidad administrativa, responsabilidad en la aplicación de la legalidad y generosidad cívica.
Es moralmente vergonzoso el acuerdo de Sánchez con Junts para que Cataluña reciba 20 menores y Madrid 700. Tampoco tiene mucho sentido focalizar el acuerdo de Mazón con Vox en los menores porque el problema de la gobernabilidad de la Comunidad Valenciana no está en la política migratoria sino en la fragmentaria e injusta política social, educativa y sanitaria de nuestro estado autonómico fallido. Organizado según la máxima «yo invito y tú pagas», los partidos condicionan la distribución de fondos a sus programas de ingeniería social y permanencia en el poder. La integración de los menores siempre ha sido 'la prueba del algodón' en la justicia social.
Los menores y migrantes son instrumentalizados en origen por unas mafias que aprovechan su hambre y precariedad socio-familiar. Aunque el funcionalismo individualista los ha calificado como «no acompañados», las mafias saben que están muy vinculados, por eso instrumentalizan sus familias, sus ilusiones, sus sueños y su pobreza. Al tener un vínculo y unas circunstancias vulnerables son atractivos para las redes de prostitución y delincuencia organizada, que los instrumentalizan con habilidad chantajeándoles con papeles o cierta mejora de las condiciones de supervivencia, tanto de ellos como de sus comunidades de origen. Son instrumentalizados por las redes de temporeros para la economía sumergida, muchas de ellas creadas por los propios migrantes que consiguieron arraigo. Es una pena que una sociedad civil organizada y solidaria como la española esté contemplando avergonzada este lamentable espectáculo humanitario de sus partidos, incapaces de organizar no sólo la acogida de menores y migrantes, sino su integración, regulada con sensatez como un bien público, en otro pacto de estado imprescindible.
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