Pocas horas después de hablar con él para preparar un congreso sobre Maritain y la Europa social, me avisan que fallecía Eugenio Nasarre el pasado sábado 27 de enero. Esa mañana, cuando llegó su esposa Maxi se lo encontró sin vida en la mesa de ... trabajo. Aún sorprendido por su inesperada muerte, me gustaría recordarle con agradecimiento por un legado político sereno, apasionante e imprescindible. No sólo para entenderle a él, sino para entender a la joven generación que, tras sentar las bases de la Constitución de 1978, promovieron la cultura de la concordia, la amistad cívica, el derecho a la vida y la libertad de educación.
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Para entender la vocación política de Eugenio era importante conocer el liderazgo y la vocación europeísta del maestro Joaquín Ruíz-Jiménez. Sobre todo, el Ruíz-Jiménez profesor de Cuadernos para el diálogo (1963-1978), redacción en la que no sólo se entrenaron dialécticamente quienes luego iban a liderar la transición, sino en la que se planteaba con pasión la posibilidad de articular una democracia cristiana de corte europeo. Algunos colaboradores también formaban parte del Grupo Tácito, se implicaron en las primeras aventuras partidistas y comprobaban cómo la España de aquellos años era más posfranquista que democristiana. El joven Eugenio acompañó a Ruíz Jiménez hasta el final en 'Izquierda Democrática', una aventura democristiana que recaló en UCD sin la que sería imposible entender lo más lúcido del centrismo.
Cuando se disolvió la UCD y se recuperaron las siglas del Partido Popular, el entorno de Aznar y Esperanza Aguirre integró a Eugenio para una primera línea política, en la que se mantuvo hasta el 2015. Mientras otros compañeros diluían las convicciones éticas de la política en las suculentas aguas de los cargos empresariales o administrativos, Eugenio maduraba familiarmente la firmeza de sus convicciones y siempre quienes le conocíamos de cerca podíamos contar con él en proyectos que buscaran la concordia, la amistad cívica, el derecho a la vida y la libertad de educación. También la formación de líderes que estuvieran dispuestos a trabajar por la vida pública en su sentido más amplio, generoso y europeísta. Su liderazgo acompañó a muchos profesionales de generaciones posteriores que entendemos la política como servicio al bien común. Desde que lo conocí en el entorno de las conversaciones sobre 'católicos y vida pública' con los profesores Álvarez-Bolado, Hortal o Laboa, hasta estas últimas horas en las que, en el entorno de la ACdP promovemos la concordia, el derecho a la vida, la libertad de educación y una Europa de la responsabilidad solidaria, más que un político trabajador y prudente, doy gracias a Dios por haber tenido en él un vigoroso y entrañable maestro. DEP.
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