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Hace unos días la expresión latina 'ordo amoris' (orden del amor) arrasó en las redes y por primera vez en la historia de la digitalización ... aparecieron juntos San Agustín y Santo Tomás. Algo tuvo que ver el Papa Francisco porque el 10 de febrero escribió una de sus últimas cartas antes de ser hospitalizado. Se dirigía a los obispos de los Estados Unidos respondiendo al programa de deportaciones masivas y la nueva política migratoria con la que se estrenaba la era Trump. Pero la notoriedad en las redes se alcanzó cuando el Vicepresidente J.D. Vance pidió al conjunto de la opinión pública que repasara la importancia del 'orden del amor' que establece un orden moral donde, a su juicio, se debe empezar por la proximidad familiar antes de llegar a la fraternidad universal. Su intención era clara; legitimar con la moral católica sus nuevas políticas sociales y migratorias.
Mientras que Vance considera que la caridad bien entendida comienza desde la proximidad y se expande voluntariamente, la carta de Francisco no tiene desperdicio teológico ni político. La carta clarifica que el amor cristiano 'no es una expansión concéntrica de intereses que poco a poco se amplían a personas y grupos', como si la persona humana fuera un individuo que expandiera condicionada y gradualmente sus sentimientos filantrópicos. También sin desperdicio político por varias razones: (a) supone una reacción inmediata a la instrumentalización partidista de la doctrina social de la Iglesia por parte de una administración pública; (b) muestra la preocupación que hay en el Vaticano por la mitificación del catolicismo de Vance como 'paradigma' de político confesionadamente católico, que se toma en serio sus convicciones religiosas, lo que significa un zarandeo revulsivo para los restos de 'democracia cristiana', sobre todo en Europa, (c) recuerda que hay un criterio o termómetro moral para discernir el nivel ético de las propuestas políticas en los estados de derecho: 'el trato que merecen todas las personas, en especial los pobres y marginados'; (d) exige la promoción de un 'verdadero ordo amoris para evitar criterios ideológicos que distorsionan la vida social e imponen la voluntad del más fuerte como criterio de verdad'.
Es un debate central y recurrente no sólo porque afecta a la 'caridad política' sino porque recuerda aquella pregunta que en 1984 hacía MacIntyre al cosmopolitismo liberal desarraigado: ¿Es el patriotismo una virtud?Además de afectar a las políticas de inmigración ordenada que condicionan la agenda política de nuestros partidos, también afecta a las políticas de desarrollo y el conjunto de las políticas socio-económicas.
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