La salud mental se ha convertido en uno de los problemas más importantes de la política educativa y no porque tengamos mucha información oficial, sino porque es un problema difícil de gestionar, donde padres y educadores prefieren la prudencia o discreción al informar sobre tratamientos. ... Son problemas más habituales entre niñas adolescentes y suelen estar relacionados con ansiedad, depresión o suicidio, vinculados con autopercepción social o nuevas urdimbres identitarias digitales. Aún carecemos de comunidades educativas con capacidad para afrontar este reto, la vida comunitaria saludable en espacios educativos es un bien escaso. Padres, maestros, autoridades y técnicos socio-sanitarios son francotiradores aislados en esta.
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Si deseamos construir una renovada comunidad educativa tenemos que comenzar abriendo un debate sobre los daños corporales 'reales' de un desarrollo infantil condicionado por las pantallas: privación social, falta de sueño, fragmentación de la atención y adicción a los dispositivos. Es aquí donde el concepto de 'padres helicóptero' resulta revelador. Podría aplicarse al conjunto de educadores, pero nace en el estudio de los patrones de conducta familiar. Describe unos padres sobreprotectores y controladores que dificultan el desarrollo emocional de los adolescentes. Aunque su origen está en los trabajos de Haim Guinott (1969), se ha popularizado a partir de 2011 cuando ya tenemos datos sobre los patrones educativos de padres desconcertados por la barra libre en dispositivos móviles desde edades muy tempranas.
En sus investigaciones sobre el impacto de las tecnologías en la generación X (los nacidos a partir de 1995), Jonatham Haidt pide que no culpemos solo a estos padres, sino a las prácticas educativas que comparten. Una cultura sobreprotectora y defensiva en patrones pedagógicos, pero nihilista y permisiva en el acceso de los niños a pantallas y dispositivos. La sobreprotección en el mundo real y la infraprotección permisiva en el mundo virtual son variables claves para entender la salud mental de esta generación ansiosa. Hasta bien entrada la adolescencia, los móviles no sólo deterioran los aprendizajes, también deterioran las relaciones sociales y la percepción de uno mismo. Cuando los padres no pueden apartar los ojos de sus hijos y estos no pueden jugar o tener experiencias solos, el resultado es la doble hélice de la ansiedad y la duda. Los niños están hambrientos de juegos reales, de una comunidad física de juegos y de una comunión interpersonal que las redes no les dan. Por eso la gestión del recreo, el patio y el juego es fundamental en cualquier programa educativo de salud mental.
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