El Papa Francisco recibió ayer en audiencia privada a Pedro Sánchez. Según Moncloa, el objetivo del viaje fue aunar esfuerzos para promover la paz en Oriente Medio. La gravedad de la situación y el liderazgo espiritual que desempeña Francisco pueden contribuir a la realización de ... una cumbre internacional que prepare una solución diplomática. Esta es la versión oficial del gobierno y no tenemos por qué dudar de ella. También podemos trabajar con explicaciones alternativas que se ajusten a los hechos históricos reales y no estén exentas de fundamentación teológica. Sobre todo, si repasamos los diez mandamientos de la Ley de Dios y comprobamos la relación que tienen, nuestro presidente y su gobierno, con el octavo mandamiento: «no darás falso testimonio ni mentirás».
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Aunque no sabemos la penitencia que mandará Francisco, sí sabemos que nuestro gobierno no se caracteriza por mantener la palabra a los ciudadanos y por su compromiso con la verdad real. Podemos suponer que las anteriores visitas también tenían la finalidad de pedir perdón por el poco compromiso con la verdad. De la ministra Carmen Calvo cuando acudió en octubre de 2019, del ahora ministro Oscar Puente cuando acudió en noviembre de 2021, de la vicepresidenta Yolanda Díaz cuando acudió el 11 de diciembre de 2021 y varias semanas más tarde en febrero de 2022. Y eso sin contar las visitas de Salvador Illa, Nadia Calviño o Félix Bolaños, en 2022 y 2023. Sánchez acudió en tiempos de pandemia y todos pudimos comprobar cómo su compromiso con la verdad real era, como muestran las hemerotecas, metafísicamente inexistente. Con independencia del carácter político de las visitas, fueron ocasiones para buscar perdón, redención, sanación y consuelo mediante la confesión con Francisco.
Ningún gobierno de España ha tenido que visitar tanto la Santa Sede, ninguno ha tenido necesidad de tanto perdón y arrepentimiento, precisamente por este octavo mandamiento. En lugar de confesarse con el párroco o el penitenciario, buscaban conexión directa para evitar intermediarios, eran conscientes de la gravedad de sus culpas. Como las mentiras y bulos realizados durante la pandemia, o los provocados en elecciones, ya parecen perdonados, esta semana era necesario confesarse por el abandono de las víctimas del terrorismo, el engaño a la oposición y el insidioso acorralamiento e instrumentalización de la justicia. Si a ello se añaden los providenciales desplantes para la Fiesta Nacional o la Hispanidad y sumamos los actos conmemorativos que exigen voluntad de verdad donde hay testimonios patrióticos de sacrificio, entrega y abnegación, es razonable que Sánchez busque un celestial consuelo.
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