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Todavía se comentan, entre las élites intelectuales de Bruselas, las declaraciones de la eurodiputada Irene Montero. Afirmó que la selección española llegó a la final por los goles que marcaron dos personas «racializadas». Nombró a Lamine Yamal y Nico Williams, sin precisar que el segundo ... gol fue de Dani Olmo. Hay gentes con capacidad asombrosa para instrumentalizarlo todo, partidizarlo todo y simplificarlo todo, incluso el respeto que merecen los menores. En lugar de pensar, estudiar un poco y conocer la complejidad, se apresuran para atribuirse medallas inmerecidas.
La inmigración irregular será una cuestión básica de la nueva política mundial, porque el deseo talentoso de libertad real sigue moviendo el mundo. Los eurodiputados españoles deberían buscar estrategias de responsabilidad común. Esperan instrucciones de sus cuarteles generales en Madrid y resulta que las posibilidades de tener una robusta política de integración consensuada, elaborada con criterios de responsabilidad y solidaridad, ha saltado por los aires. Primero porque desde las filas del sanchismo han conseguido poner entre las cuerdas a las comunidades autónomas del PP después de que Vox rompiese los compromisos, precisamente por este tema. Moncloa invita y obliga 'manu militari' a la solidaridad; las autonomías y municipios pagan. Desde la oposición falta un relato moralmente claro: Vox incide en la seguridad y el PP en la contabilidad autonómica. Si a ello añadimos que grupos vascos y catalanes se abstienen o miran para otro lado, descubrimos que nuestra clase política parchea de forma miope y cortoplacista el tema de nuestro tiempo.
Lo más fácil es llamarlos menores no acompañados, estigmatizarlos como 'menas'. Son personas que sueñan con libertad, trabajo y bienestar, sin posibilidad de ser identificadas en fronteras porque no hay forenses suficientes para realizar las pruebas osométricas que precisan la edad. La integración no se resuelve determinando la edad y la posible responsabilidad de los actos, porque los centros de la península están llenos de 'menores muy mayores'. No tienen dónde ir y el paso de la acogida a la integración es complejo. En la Comunidad Valencia, el Botánico suprimió el Centro para la Integración de Inmigrantes, la Fundación Reina Sofía para el estudio de la violencia y otras iniciativas que gestionaban consensuadamente la integración. El problema no está en la acogida, sino en la firmeza moral para la gestión de las fronteras y el desarrollo integral, la coordinación institucional, la responsabilidad solidaria y, sobre todo, la voluntad de llamar a las cosas por su nombre. No es problema de xenofobia sino de aporofobia.
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