La rapidez con la que se suceden los acontecimientos y la aceleración con la que consumimos la información nos impide calibrar con precisión algunos acontecimientos rutinarios que terminarán siendo históricos. El pasado 8 de enero el Papa Francisco tuvo un discurso a los miembros del ... cuerpo diplomático en el que recordaba el radiomensaje de Pio XII en la vigilia de Navidad del año 1944. Quedaban pocos meses para que la Segunda guerra mundial terminara y Pío XII pedía que aquel universal desbarajuste fuera el punto de partida para una renovación profunda de la humanidad. Pues bien, en su discurso Francisco afirma: «aquella renovación profunda parece haberse acabado».
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Después de hacer un repaso a los conflictos existentes y mantener que estamos «en una tercera guerra mundial a pedazos», hay una parte del texto donde recuerda la importancia de los derechos humanos y abre el párrafo pidiendo a la comunidad internacional que se comprometa a prohibir de manera universal la maternidad subrogada. Esta es una de las ideas más destacadas por la prensa internacional, pasando por alto un tema cada vez más preocupante: el sentido del límite ante el paradigma tecnocrático y la consiguiente espiral de una dictadura tecnológica. Un tema recurrente que no es propio de Francisco sino de los últimos pontífices y profetas de la cultura contemporánea que ven cómo los mimbres antropológicos de nuestro tiempo han olvidado que la vida es un don y no un producto industrial. Han dejado sin pensar el sentido de la mesura, la prudencia y el límite en la aplicación de los conocimientos que el conjunto de las ciencias han puesto a nuestra disposición. Responsabilidad no es sólo cálculo de consecuencias sino sentido del límite.
Como si el tiempo del superhombre nietzscheano hubiera llegado y todas las áreas de nuestra vida estuvieran dominadas por la voluntad de poder, de controlar y de dominar. Como si el paradigma tecnocrático estuviera animado por una voluntad prometeica donde la obsesión por controlarlo todo nos coloque en los umbrales de una dictadura tecnológica. Los datos que nos facilitan los algoritmos de la Inteligencia Artificial no son ninguna garantía de imparcialidad. Por eso Francisco, unos días antes, el 1 de enero en la jornada mundial de la paz, recordaba la importancia de reflexionar sobre el sentido del límite, dimensión de la inteligencia natural humana descuidada por la mentalidad tecnocrática y eficientista: 'reconocer y aceptar el propio límite como criatura de condición indispensable para conseguir o, mejor, para acoger la plenitud como un don'. La libertad no es absoluta, como diría Mounier, es una libertad condicionada.
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