En numerosas ciudades y pueblos la Semana Santa no comienza con el Miércoles de Ceniza sino con un pregón. Aunque está poco estudiado, su importancia social, política y cultural es cada vez mayor. Resulta sorprendente que, en sociedades aparentemente secularizadas, el pregón marque el comienzo ... de la Semana Santa. Sorpresa que se añade al increíble número de costaleros y cofrades que estos días vuelven, literalmente, a pisar las iglesias. Quizá sea porque el pregón, además de ser un acto religioso con el que los responsables de las cofradías eligen a una figura que les evoque el significado de la semana santa, se trata de un acontecimiento social y cultural para que los ciudadanos valoremos la importancia de la 'cultura de la tregua' en contextos de analfabetismo religioso, aceleración digital y simplificación emocional. La 'cultura de la tregua' es un bien escaso, esporádico y ocasional que vinculamos a la Navidad. Como si estuviera asociada a la interrupción de hostilidades que merece un acontecimiento tan fundacional como el Nacimiento de Jesús, también el recuerdo de la muerte y resurrección merecen una interrupción de las hostilidades. Cuando los pregoneros fijan su atención en la cultura de la tregua reclaman un cese de hostilidades en todos los ámbitos; a nivel internacional porque lo piden para los campos de batalla que aún no ha pacificado el derecho, a nivel nacional o entre partidos para evitar la cancerización de la convivencia, y a nivel antropológico para organizarnos la vida emocional entre la madeja contradictoria de sentimientos.
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Aunque la 'cultura de la tregua' es mucho más antigua que la Semana Santa, resulta sorprendente recordar cómo la asociamos con el nacimiento y la muerte de Jesús. Es un dato significativo con el que interpretar el crepúsculo del cristianismo en sociedades secularizadas. Un dato que nos debería llevar a revisar los textos de René Girard y recuperar el papel fundacional de cristianismo en la cultura occidental, sobre todo por el modo de entender las treguas que tiene el sacrificio de Cristo en la Cruz. Aunque muchos piensan que la semana santa sigue perdurando como industria social y económica, cuando la vinculamos con la 'cultura de la tregua' es porque rompe con las dinámicas gregarias de victimización, ensañamiento y polarización. Si un pregonero establece esta relación no lo hace para pedir horas, días o semanas de paz, lo hace para recordar algo que no es un simple 'cese', sino la memoria cultural del don. Hablamos de 'dar' tregua o 'darnos' una tregua porque esta 'cultura de la tregua' no pertenece al orden de las obligaciones morales, sino al orden del perdón, la donación y la gracia.
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