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Juan Francisco, patrón de los arrepentidos

El exjefe de gabinete presume de confesión, pero esta no fue espontánea, sólo llegó al final y cuando se vio acorralado

ALBERTO RALLO

Jueves, 23 de mayo 2024, 23:34

La historia. Juan Francisco García, exjefe de gabinete de Eduardo Zaplana, es uno de los acusados que ha decidido pactar con el fiscal en ... el caso Erial. Un acuerdo legítimo y beneficioso para ambos. El cargo público se libra de la cárcel y acepta una multa de 1,3 millones de euros. Aceptar en este caso no es sinónimo de pagar, conviene aclarar. Por su parte, el fiscal suma un arrepentido, un testimonio que admite el pago de comisiones y los amaños e involucra al que fuera su jefe. Hasta aquí, nada fuera de la normalidad. Las conformidades son el pan nuestro de cada día. Bajo esta columna, ya nos preguntamos alguna vez qué porcentaje de los que aceptan una pena son en realidad inocentes que dan su brazo a torcer para evitar líos, ahorrar dinero del abogado o simplemente evitar un mal mayor. Lo definió perfectamente este jueves el abogado de Francisco Grau: «Una operación de control de daños». Todo esto, los motivos tras una decisión y sus porcentajes, resultan indescifrables. En ocasiones, tendemos a ver una conducta habitual o legítima como merecedora de reconocimiento. Error. Existe un enorme salto cualitativo entre un estadio y el siguiente. Esto es posiblemente lo que sucedió el pasado miércoles en el turno de la defensa de Juan Francisco de contestar al cuestionamiento de las conformidades por parte del resto de acusados. Nos presentó a su patrocinado como una persona que se equivoca y admite sus errores, prueba de su honradez. Bueno, sí. Y no. Conviene contextualizar cuándo llega ese reconocimiento y asunción de culpa. García no era Barceló, una especie de títere utilizado supuestamente por el expresidente para camuflar sus propiedades. El exjefe de gabinete participó directamente en el juego, se reunió con Cotino y recibió un dinero en Luxemburgo, que se completó con una facturación ficticia a su empresa familiar. Luego, para nada arrepentido sino con un evidente afán de aprovechar las circunstancias, utilizó la amnistía fiscal para traer el dinero a España. Todavía no había nacido en él esa necesidad de reconocer los errores, que sí hubiera merecido en ese preciso momento de un reconocimiento público. Juan Francisco siguió con su vida sin aparentes problemas hasta que estalló la operación policial. ¿Admitió entonces sus errores? Pues tampoco. La reflexión duró algo más, al fin y al cabo, buena parte de la instrucción. Este periódico publicó hace meses, cuando el final de la investigación se aproximaba, que barajaba las posibilidades de una conformidad. Su arrepentimiento, al parecer, llegó y se materializó en ese lapso que en el boxeo llaman la distancia del dinero. Justo antes de poder irse a la lona, desde la esquina tiraron la toalla. Perfecto. Pero eso no debe ser la coartada para vender falsas bondades.

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