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Era esperada y no defraudó. Y es que cuando los integrantes de una red presuntamente corrupta tienen que comparecer ante el juez, los lazos que los ligaban a sus compinches se rompen al grito de sálvese quien pueda. Y es entonces cuando empieza a aparecer ... la cruda realidad de los hechos. Es lo que ocurrió ayer con la declaración de Víctor de Aldama, el comisionista del 'caso Koldo'. Que, entre otras cosas, detalló los pagos efectuados al entonces asesor de José Luis Ábalos, al propio ministro y al hoy secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, hombre de la máxima confianza de Pedro Sánchez -como en aquel momento lo era el político valenciano-. No fue la única revelación digna de comentario. Aldama también aseguró que la famosa foto con el presidente del Gobierno no fue casual y que el líder socialista insistió en conocerlo. «Me dio las gracias por lo que estaba haciendo», apuntó, para añadir que también le dijo que conocía su actividad gracias a la información procedente de Ábalos y Koldo. Una versión que niega por completo la ofrecida por Sánchez cuando se hizo pública la imagen de su encuentro con el empresario, afirmando en aquel momento que no lo conocía de nada.
La investigación judicial de esta red, que se habría beneficiado de multimillonarios contratos para la adquisición de material sanitario durante la pandemia, avanza inexorablemente dejando para el PSOE y para el Gobierno un escenario de devastación de su ya escasa credibilidad. Si Pedro Sánchez accedió a la Moncloa no gracias al apoyo de los ciudadanos en unas elecciones sino merced a una moción de censura hábilmente dirigida, el argumento que fue utilizado entonces -la corrupción del partido en el Gobierno- se vuelve ahora en su contra. Ábalos no era uno más. Era el ministro de Fomento y el secretario de Organización del PSOE, lo que sirve para evaluar la gravedad de los hechos. Negar la veracidad de las declaraciones de Aldama forma parte de un guión esperable, lo contrario sería insólito. Pero es en sede judicial, cuando los investigados empiezan a sentir el temor a que caiga sobre ellos el peso de la ley, cuando sus palabras cobran todo el sentido y resultan más creíbles. Si el Gobierno aguantaba a duras penas, sostenido por socios populistas, nacionalistas e independentistas, este caso podría significar la definitiva condena tanto para el Ejecutivo como para un PSOE señalado y desnudado.
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