Lara es una asistente muy maja, te atiende cordialmente y si hay algo que no sabe te pide que la disculpes porque está aprendiendo, es su respuesta desde hace más de un año y no aprende; si fuera humana ya le habrían despedido. Su compañera, ... la del contestador, ha cultivado el arte del soliloquio irreflexivo, recita sin escucharte y no da opción para repetir lo que no has entendido; cuando te pide que digas un dato siempre lo entiende mal, te pone otro nombre y en otra localidad, es poco recomendable hablar con esta voz porque, aunque le grites no se altera, te ignora y te cuelga.
Publicidad
Cada vez es más frecuente encontrar webs de empresas o instituciones sin datos de contacto, es decir, el número de teléfono y la dirección de correo electrónico han sido sustituidos por un formulario de recogida de datos para solicitar información o por un chat de (poca) inteligencia artificial. Seguramente responde a una cuestión de economía de tiempo y productividad; las llamadas de teléfono interrumpen y restan eficiencia. Pero también es una acción protectora de las actitudes (cada vez más agresivas) de los interlocutores; la exposición continua a las manifestaciones de la insatisfacción deriva en afecciones mentales y emocionales que inciden negativamente en el rendimiento laboral. Los formularios y el chat establecen un filtro permitiendo una cualificación previa para establecer prioridades de atención, generar respuestas automáticas y recoger respuestas para evitar malentendidos y responsabilidades administrativas-legales.
En este sentido, entiendo que la voluntad de ofrecer atención e información ha sido modificada para ser regulada con eficiencia y controlar las consecuencias, lo cual puede traducirse en la voluntad de cambiar el servicio sin contar apenas con los deseos de sus usuarios.
Algo similar ocurre con el sistema de señalización acústica para personas ciegas o con discapacidad visual que indica la localización de las paradas de autobuses. En las proximidades de las marquesinas podemos vislumbrar a una persona acercándose y alejándose con el brazo en alto haciendo aspavientos con el móvil en la mano: no encuentra la parada, un transeúnte se acerca, le hace una pregunta, le ofrece su brazo y se dirigen a la parada. Ambas personas han consensuado sus propias voluntades y responsabilidades; el de ofrecer y aceptar la ayuda.
Publicidad
Además, quien acepta la ayuda de ser guiado físicamente hasta la parada rompe el contrato implícito con la tecnología y la accesibilidad universal que, como siempre, el propósito es bueno: potenciar la autonomía de las personas, facilitar la accesibilidad e inclusión sin necesidad de terceras personas. ¿O lo que se pretende es el desarrollo de la autonomía personal sin repercusiones en la responsabilidad de los actos de terceras personas?
Evitar la responsabilidad manteniendo la voluntad intacta es difícil de entender, porque voluntad y responsabilidad están entrelazadas intrínsecamente en todas las transacciones humanas. La autonomía personal implica la adquisición de responsabilidades, tomar decisiones asumiendo riesgos y consecuencias, en función de la dirección personal y la coherencia y orden social. Y si en ese ejercicio, se manifiesta la voluntad de la persona de recibir ayuda física, la asistencia de terceras personas también es accesibilidad e inclusión.
Publicidad
La accesibilidad universal siempre se halla en su fase promocional, abogando por una sociedad avanzada para todas las personas, pero la accesibilidad que reciben las personas con discapacidad es una accesibilidad sucedánea, la cual, no está en la caracterización de los elementos accesibles sino más bien en la manera en que se acostumbra la persona a entender la función de la accesibilidad. Una accesibilidad que reproduce la imperfección humana, al igual que la voluntad humana, que es aleatoria e incierta y, por tanto, imperfecta.
Muchas de las acciones que se narran en la accesibilidad sucedánea de las personas con discapacidad, sea el entorno educativo, el laboral, el ocio, o el de la vida cotidiana requieren de recursos tan valiosos como el tiempo y la voluntad.
Publicidad
Tener la iniciativa particular de ofrecer un acto de voluntad, aplicarlo y mantenerlo, es un acto desinteresado; un acto sin condiciones, no instrumentalizado, sin temer las consecuencias y conocido como ayuda. Es la ayuda que siempre recordamos, como la ayuda de un vecino que con su perseverancia salvó el árbol centenario de la plaza; o la ayuda de un vecino que acoge a las víctimas del desahucio en su barrio; o la ayuda del vecino oyente que tiraba de una cuerda en los momentos que el bebé de su vecina sorda lloraba cuando las ayudas técnicas luminosas no existían. Obviamente, es necesaria la voluntad genuina en la imperfección humana.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.