Como tenistas que intercambian golpes en la red, pasaron del «tendríamos que protestar en la calle» al «ya lo hacemos», rematados por un rotundo «pues más fuerte, nena», tres voces en desahogo frente a la caja del Charter. Punto, juego y partido para la señora ... del anorak gris marengo. Concentrado en mi lasaña no pude averiguar el foco de la insurrección, si fue el precio del aceite o la amnistía, pero se visualizaba nítido el quitapenas contemporáneo. La calle. Melancolía en la garganta quebrada de Sabina, pira al sol de poniente entre los versos de Radio Futura y, en el tránsito de la lírica a la física, última bala de las causas perdidas.
Publicidad
Dijera lo que dijera Fraga, la calle siempre ha sido de la izquierda, y en su título de propiedad no escriturado queda bien claro de qué va el juego. Si un marzo cualquiera recibes un SMS incendiario seguido de un 'pásalo' y terminas vociferando junto a miles de hermanos ante una sede del PP, eso son aires de libertad, que cantaría Ana Belén. Acosar a un 'facha' en su casa, el reflejo de la indignación social. Afilar las garras de Daoiz y Velarde bajo el eslogan 'Rodea el Congreso', la reacción lógica a una investidura ilegítima. El 15-M inspira monolitos, faltan banquillos para los malos hábitos políticos y tras la porra de la Policía se adivina el tentáculo de una ley mordaza. Inevitablemente llega el día en que la calle se empina, cosas del urbanismo ideológico, pero también para esa situación todo está guionizado. Entonces protestar en la sede de un partido es, ¿cómo lo llama la portavoz sanchista?, atentar contra la democracia. El abrazo del oso se vuelve escrache. Mensajear 'Todos al Congreso', terrorismo. La judicialización de la política, 'lawfare'. Las cargas policiales garantizan el orden constitucional, «hordas de violentos» y «discursos envenenados» caldean el asfalto, mientras los jueces van mutando de sacrosantos a villanos si inclinan hacia donde no procede sus balanzas.
Contra natura y a lomos de una ola histórica en defensa de la igualdad ante la ley, toma la calle estos días la derecha, la 0% azúcares añadidos y la otra. Pese a todo, vive una ensoñación si la cree suya. Sólo la disfrutará en usufructo el tiempo que necesite el dueño para rematar sus intrigas por la espalda. Porque el drama de la calle es que nadie quiso nunca darle voz, sino hacerle de ventrílocuo, y dice la propiedad que hoy toca lo que toca. Por el pueblo y sin el pueblo. Ilustrado, pero despotismo al fin y al cabo. Adelante en boga de ariete con el fraude de una maniobra que, fuera del contrato electoral, obligaría como poco a barajar las cartas ante las urnas.
El Congreso certificará la traición y al PP le quedará su derrota honrosa, junto a una lección. Para alterar el curso de la historia necesita librarse de Vox -¿qué sería de Sánchez sin Abascal?-, de tipos capaces de verbalizar que ser nazi no es delito, cuando lo que tiene delito es que un cargo público siga siéndolo tras decir algo así. Y librarse asimismo del hatajo de maleantes que zumban a su alrededor, pues también ahí juega en desventaja, obligado a expiar el pecado de la chusma que arrastra su socio mientras otros contenedores en llamas antes son 'democràtics' que tsunami. Cuantos más árboles impidan ver el bosque, mejor lo tendrá la izquierda para esconder el problema político bajo el policial.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.