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Virutas de goma de borrar, forro adhesivo para libros o bolas de papel de aluminio con aroma a pamplonés. Si una encuesta hurgara en mis ... recuerdos de la vuelta al cole, un poco de todo esto hallaría. El dulzor del reencuentro, los rostros tiznados de un moreno caduco a la vista del sol ya declinante o aquella vieja campana, sustituido con el tiempo su tañido por el estruendo de una sirena, que anunciaba la hora del patio. Cuando en el futuro alguien pregunte a nuestros niños de hoy, al poso de los buenos momentos se añadirán pasajes de bilis paterna, tickets de taxi, esperas interminables bajo la lluvia, prórrogas indeseadas de vacaciones, protestas callejeras o humillantes trasiegos a pulso sobre sillas de ruedas. Como en las clásicas carreras de camellos de la feria, cada vez que un relevo político depara el cambio de gestores algún estridente se destaca pronto, la cabeza un palmo por delante del pelotón. «Cruzando las ardientes arenas del desierto ataca el dos, aunque no lo pierde de vista el trece», gritaba el feriante. Pues eso. Le sucedió a Ribó con Grezzi, a Oltra con Marzà, a Puig con Oltra y hasta a Sánchez con Montón. En apariencia podrían considerarse el enemigo en casa, la primera fuga de credibilidad, menudencias con las que la oposición neonata calienta el estómago a la espera de alguna pieza de caza mayor. Por lo general, sin embargo, juegan el papel contrario. Son pararrayos, distracción de los rastreadores de escándalos, la estera que absorbe todos los palos y libera de presión al mandamás de turno, porque no hay poli bueno sin poli malo. Eso explicaría la longevidad contranatural de este tipo de gestores, ¿o no murió políticamente Grezzi en la cama como Franco? «¡Ataca el dos!», se oye, y ahí va al galope nuestro conseller Rovira, dándolo todo, que ni en su maldito 2022 tuvo José María Ángel tanto incendio por apagar. De la pústula de Vox a la fístula educativa. Lo de Mazón ha sido debutar con picadores. Tercia el conseller en la batalla de las lenguas, hace política a favor del castellano como otros primaron el valenciano, y digo yo que antes se ocupe de que sus alumnos lleguen a clase y tengan un profesor en la pizarra, pues lo uno está en el aire y lo suyo costó lo otro. De un gestor serio se esperan más recursos que ir de acusica. El concurso del transporte escolar apuntaba a un mal final, tras la denuncia de matrículas duplicadas, y lo vio quien quiso abrir los ojos. Tienen responsabilidad por su ceguera los de antes, validadores, y los de ahora, estáticos hasta ver explotar la bomba. Suspenso en Matemáticas -uno más cero no es dos-, en Geografía -¿acaso Galicia linda con la Comunitat?-, y sólo les arregla el expediente su notable alto en Religión -por el torrente de fe en el don de la ubicuidad-. A ver, Joselito: si un bus sale de Lugo a las seis de la mañana y viaja a una velocidad constante de 100 kilómetros por hora, ¿cuándo llegará a Valencia? No, Joselito, piénsalo bien, ¿cómo va a estar en Blasco Ibáñez antes de que le dé tiempo a tomar la Autovía del Noroeste? No me hable del Botánico, ni de conflictos de empresas. Siglo XXI, conseller. En septiembre, los niños en clase; aunque para ello haga falta la UME. Y si no, repita con Miguel Ríos, que también tuvo su blues del autobús: no hay trampa ni cartón, soy como veis que soy..., y luego aplíquese un ceda el paso.
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