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Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia

Carta a Elena Francis

Antonio Badillo

Valencia

Martes, 25 de abril 2023, 00:23

Querida señora, apelo a su consejo porque soy incapaz de hallar explicación a lo que me ocurre. De un tiempo a esta parte arrastro sueños extraños. No son desagradables, todo lo contrario, lo que ensombrece aún más mi estado de ánimo, pues el contraste con ... la realidad me genera tal abulia que paso los días añorando las noches. Temo caer en una hipotermia emocional. La historia se repite como el mecanismo de un tiovivo. Apenas cierro los ojos imagino que me levanto de la cama, abro la ventana y donde siempre hay grisura me encuentro... ¿Cómo describirlo? ¿Recuerda la peli del detective vinagre y el conejo enamorado? Hacía cuatro años que usted había cerrado el consultorio. Se titulaba '¿Quién engañó a Roger Rabbit?', seguro que en alguna plataforma la echan. El caso es que lo que veo por la ventana se asemeja mucho a Dibullywood, aquel mundillo de dibujos animados donde todo era desenfado y color. Mi Valencia de pronto parece sacada de una caja de Plastidecor y sólo le faltan Baby Herman y Betty Boop. La calle irradia optimismo, no es para menos. Por las esquinas proliferan tipos encaramados a cajones de madera marca Acme que vocean entre vítores y carracas buenas noticias, escritas en las bolas que extraen de un bombo. Cuando creen no ser vistos, cuelan alguna repetida. Hay días temáticos. Anoche tocaba medio ambiente, y en un pispás anunciaron que el viejo cauce del Turia mutará en el del Amazonas a su llegada a Nazaret, y además harán un corredor verde litoral y un bosque metropolitano, y parques y jardines a tutiplén. Ah, y los botánicos plantarán 20.000 árboles para bajar la temperatura en 0,4 grados. Entre eso y los 15 millones de pinos y similares que ya había prometido el presi para esta década, me veo sin guardar la trenca hasta agosto. Cada noche trae una nueva sorpresa, a cuál más agradable. Ahora resulta que las semanas no tienen lunes por gentileza del alcalde. Él sí que es flamenco, y no los de la Albufera, así que experimenta con el exquisito rigor del comprador compulsivo que pone a prueba su adicción el día en que las tiendas están cerradas. Para los apurillos reparten bonos de 80 céntimos diarios y desde la central el gran jefe ofrece pisos listos para entrar a vivir si el ajuar incorpora tienda de campaña, que no es plan de dormir al raso. Llueven supermanzanas, la Malvarrosa dejará de tener droga y la calle Islas Canarias volverá a ser la pequeña Andorra. Habrá una UME valenciana, un canal de acceso ferroviario que por lo visto se construye solo, nuevos hospitales y líneas de metro y otra Ciudad de la Justicia. Crecerá la de las Ciencias, el mismo Ribó que aquí destruye aparcamientos allí los crea y hasta los autobuses serán más rápidos. Todo sin reparar en gastos. La máquina de billetes va a pleno rendimiento, y si se agota la materia prima desde la capital envían financiación inmediata porque de lo contrario el presi, duro negociador, les canta las cuarenta. Seguiría, pero ahí lo dejo. ¿Entiende, señora, que ya no quiera despertar? Se despide un hombre angustiado.

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