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Infame año viejo, te explicaré cómo será tu ejecución. La cosa arrancará tarde, cuando el día vire hacia la medianoche, pero prometo que irá rápida, más de lo que mereces. Podrás seguir tú mismo la cuenta atrás: ocho segundos en caer la bola, otros cinco ... para cada uno de los cuartos y luego las campanadas, tus doce del patíbulo, a tres segundos por uva hasta que el último dong libere la guillotina que ha de rebanarte el pescuezo. Agradecerás al verdugo su diligencia, pues te ahorrará el oprobio post mortem de los abrazos y brindis. En lo que dure el trance vendrá la lectura de todos los cargos. «2024, condenado a la pena capital por alta traición», recitará un juez de gafas de plástico, nariz postiza y peluquín a lo Pennywise. De ti aguardábamos el final de una guerra, la enmienda a la desidia de tu antecesor, y en su lugar restituiste en la Casa Blanca al mejor amigo del genocida, completando nuestro álbum de locos de atar. Te imploramos esperanza y nos trajiste dos catástrofes, fuego en febrero, barro en octubre, el pueblo atrapado entre sus plagas y el agua convertida en sangre como en el antiguo Egipto, dolor de sobra para colmatar las grietas de una sociedad rota por el desamparo y la orfandad institucional. Ni siquiera te libras del agravante de la alevosía, que en un arreón de cinismo incluso lograste que Raphael no cantara a la Navidad.
Los tipos como tú casi siempre salen ganando, lo hacen todos los días salvo uno. Mira el calendario y entenderás. La Nochevieja es un episodio formidable, el mejor invento después de la rueda, un descubrimiento sin par desde la penicilina. Si fuera cine su ilusión viajaría en un rugido del león de la Metro, si astro en el primer rayo de sol que anuncia el deshielo. No sabría precisar el momento exacto en que le juré fe eterna, aunque si he de jugármela visualizo el viejo sofá de mi niñez, 'Viva 84' en la tele, el mostacho de Íñigo anunciando un estreno sorprendente y de pronto el 'Thriller' de Michael Jackson. Ese Año Nuevo no se habló de otra cosa en España. O quizá deba buscar el germen de mi devoción en 1991, 'Grease' y lo que convine en llamar el milagro de Gestalgar. Cómo explicar si no es a través de la magia que aquella noche un servidor, más soso en materia festiva que el menú de un diabético, acabara alzándose con el premio Travolta tras superar toda suerte de obstáculos: la porfía con el guaperas de la chupa negra, el riesgo de esguince de cadera según el 'You're the one that I want' trazaba curvas y contracurvas, o el relativo estímulo del trofeo final, un baile con la prima del anfitrión, que no era precisamente Sandy Olsson, aunque también yo tenía poco de Danny Zuko, así que por ahí todo en orden..., amén de que tal fue el despliegue de alcohol para vencer la timidez que a esas alturas lo mismo me habría dado un chotis con la mona de Tarzán.
Por hache o por be la Nochevieja es optimismo, los deseos prendidos de un número como en la víspera del 22 de diciembre, así que apuesto todas mis fichas a 2025. Me olvido deliberadamente de cómo nos engañó 2019, el Covid sumergido en barricas de cava. De 2020, su pandemia y el batiburrillo de protocolos. De 2022, el monte en llamas, los tambores de guerra... Y también de ti, 2024. Mis expectativas terminan ahora en cinco. ¿Qué dices, que en los juegos de azar lo llaman la espina? No importa, hoy vale todo.
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