Nano, avienta el abanico o me entra la sofoquina. Si hubiera de jugarme los cuartos en la ruleta lo apostaría todo al 22, aunque menos claro tengo que salga el rojo. Es el número caliente, qué a gusto palmearía el Dúo Sacapuntas. Lo dice Shakira (« ... yo valgo por dos de 22»). Lo dice la aritmética de Feijóo, cada vez más Mariano y menos Alberto («dos por diez, 22»). Lo dice este tórrido julio con un día asignado a la reflexión, providencialmente el 22. Y no va mal tirado, pues por algo marca la numerología con ese hierro, el del 22, los grandes liderazgos. Aquí mi horchata y yo concluimos que este verano faltará botica para tanta insolación. Abolida la mascarilla, deberíamos ahora repartir gorritas, aunque en algún caso llegamos ya tarde. El presidente nos sale pejiguero con los debates, primero para dos, luego para cuatro, pero se deja entrevistar por unas marionetas. Aunque tras la tormenta de ideas seguimos sin saber qué hará cuando a la vuelta del frío Bruselas le apriete las clavijas, en caso de que ese siga siendo su problema, al menos ya nos queda claro lo que espera de un yerno o el frugal menú del Falcon. Almendritas y frutos secos. El aspirante, igual de quisquilloso en la materia, añade a este, quita a aquel, también se desnuda ante las hormigas de trapo, y a trancas y barrancas aclara asuntos de Estado como el trato que dispensaría a una nuera descarriada, los cuchicheos con Julio Iglesias o su desconocimiento del precio de la naranja. Tampoco nos pongamos tremendos, que ni idea tenía Zetapé de lo que costaba un café y ocho años durmió en La Moncloa. El habla incoherente delata los golpes de calor. Del joven ya lo sabíamos, antes de decir se desdice y tan pronto reniega de alguien como se encapricha, pero ahora me preocupa el otro. Presagia que este anómalo verano el arcoíris llegará antes que la tormenta, y según el barrio por el que transita tira de orgullo o se lo traga, relegando lo del país multicolor a la tele setentera. Mi primo Paco, adicto en su juventud al poliamor, fue un lince para esto de tomar el pelo e hilar excusas. Daré a ambos su teléfono. Les sigue Guardiola, no Pep sino María, aunque igual de virtuosa mareando el balón. Hojea un manual de bricolaje, construcción y deconstrucción de líderes en cuatro pasos: 1, diga digo; 2, diga Diego; 3, sonría para la foto; 4, trague saliva, lubricar el alimento pesado facilita la digestión. Un tipo con barba a lo Anguita pero cojera del otro pie niega la violencia machista, que somos nosotros los insolados y en dos décadas contamos 1.210 crímenes donde sólo hubo caricias. Grita a su espalda Montero: «España es una persona trans que ya no está obligada a la hormonación». Ay España, unos no la quieren, otros la soban, y todos se atreven a definirla. Vuelve Feijóo con un trasunto de Chanquete y anuncia que Catalá es alcaldesa de Barcelona y Massó preside el parlamento balear. Ya verás, aún nos colará lo de los 'països catalans'. Y Compromís defiende que si el bus iba lleno en Sant Joan no fue por caer en viernes, sino porque lo planificó Ribó de cuerpo presente. Y Díaz llama «pibón» a Sánchez, no quiero imaginar su reacción como se envalentone López Vázquez y la requiebre con su «mo-nu-men-to». ¡Machista! Gorritas para todos, por caridad. Y estampado en lo más alto, el 22. El del Pulga y el Linterna. El del destino.
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