Tierra, trágame. Es lo que sientes tarde o temprano tras esa cena de empresa que deriva en desmadre, de pronto menos tú y más Tony Manero, resaca trepadora, dignidad a ras de suelo, testigos ambos del pacto entre el whisky y la cola por el ... control de la chola. Cuando el aire fresco aclara esa mirada empañada de euforia y alcohol, todo tu mundo se condensa en ocho palabras: ojalá mañana nadie recuerde esto en la oficina. Pero eso rara vez ocurre. Apenas mañana se convierte en hoy aparece algún testigo de tu naufragio, malditas su memoria, su abstemia y su estampa, para untarte de sarcasmo frente a la máquina del café. En esas estamos, en el incómodo trance de pagar la cuenta del despiporre electoral, generoso en abrazos y promesas al viento. Cruzado el Cabo de Hornos, llegó el 29-M. El camión de basura de la vida cotidiana no ha tenido aún tiempo de limpiar de espejismos las marquesinas. Ni hubo 'ribolución' ni Puig será ya más 'el president' ni a Gómez le sobra 'futuro' en política. El Botánico, marchito, afrontará la poda de liderazgos en el barbecho de la oposición, si bien son los triunfadores quienes van a necesitar una remesa de Alka-Seltzer, que aquí los espero en la máquina del café para importunar su resaca. Al presidente 'in pectore' le recuerdo su compromiso de acabar con los agravios de la infrafinanciación, el agua y el corredor mediterráneo. El anticipo de las generales puede calibrar antes de lo previsto el alcance real de su insumisión, pues no es lo mismo adiestrar el colmillo con el pérfido Sánchez que casi estrenarse en la yugular del 'amigo' Feijóo, arrastrado por la renovada ola del mar azul pepero a La Moncloa. Escrito queda también que Mazón acabará con el deterioro de la sanidad pública, limitando por ley las listas de espera. Y con la politización de la escuela. Y con la burocracia. El cambio que preconizaba su eslogan traerá de la mano más vivienda pública, adelgazar la administración, proteger las señas de identidad, incentivar el transporte interurbano, crear centros para mayores, regar de millones su lucha contra la soledad y la brecha digital, desbloquear las renovables y apaciguar con suculentas viandas fiscales la actual asfixia económica. Del mismo modo, ante la alcaldesa electa hago acuse de recibo de su cruzada contra la delincuencia, la suciedad, las plagas y los allanamientos de morada. Ardo en deseos de conocer esa Valencia «construida con ojos de mujer», de usar las dos nuevas líneas de metro y los cuatro aparcamientos disuasorios de una capital sensatamente peatonal, incluso de tirarme por su galeón del Gulliver. También Catalá garantiza menos impuestos, ocho mil plazas de parking, una EMT ejemplar, mejores mercados, infinitas obras en barrios... Y una ciudad por encima de las ideologías, la última y más valiosa promesa, formulada ya al calor de la victoria. Presidente y alcaldesa afrontan su hipoteca entre las tenazas de Bruselas y la sentencia del propio Mazón sobre Puig: «La mayor irresponsabilidad de un gobernante es gastar lo que no tiene». Llegados aquí me gustaría citar a Aristóteles, recordar que el silencio da la libertad que te roban las palabras, pero la política es ruido, y más en tiempo electoral. Desatendido el sabio consejo, esperemos que nuestra filósofa de cabecera no acabe siendo Mina con su 'parole, parole'.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.