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Bruce Wayne ('The Batman', 2022): «Cuando esa luz ilumina el cielo no es sólo una llamada, es una advertencia para ellos. El miedo es una herramienta. Creen que me escondo en las sombras, pero yo soy las sombras». Las cartas en Gotham City están boca ... arriba. Si los malos se desmadran enciende la pasma su enorme proyector, troquela en la negritud de la noche la silueta del murciélago y ahí termina la fiesta. No hacen falta discursos. Quien ignora la amenaza se sabe expuesto a que aparezca de veras el enmascarado con su catálogo de mamporros, mientras que muchos se cortan sólo con otear el aviso, produciéndose una criba voluntaria entre la chusma. Ejerce así el sencillo haz de luz de elemento disuasorio, señal para el crimen de que existe un ojo que todo lo ve.
María José Catalá (red social X, 2024): «Queremos que Valencia sea la ciudad más segura de España». Sin comparar con Gotham, tampoco exageremos, cuesta ya divisar la tierra de las flores, de la luz y del amor que otros cantaron. Más cerca del cómic que del pasodoble por estadística, la alcaldesa ha decidido colgar cámaras de 'tráfico' en semáforos y esquinas igual que iluminan aquellos el cielo. Luego vendrá o no la Policía, pero la gentuza queda advertida por la tramoya de este plató urbano del Gran Hermano, y no va de farol, que si algo identifica a nuestro territorio es el murciélago. Muchos retos afronta Valencia, como corresponde a toda gran ciudad, pero el fiel de la balanza que dentro de tres años mal contados juzgará a Catalá es la seguridad ciudadana. Fue el talón de Aquiles de Ribó, uno de tantos, la principal munición en campaña electoral, y diez meses después de la toma de posesión el problema anda lejos de resolverse. Puede sacar más agentes a patrullar, que los saca. Inventar una brigada antibotellón, que no es más que un refuerzo policial con sobrenombre atractivo. Pisar la calle como jamás lo hizo su antecesor. Eso está muy bien, pero la medida de la buena gestión la dan los resultados, no la voluntad de alcanzarlos, y los últimos datos del Ministerio del Interior confirman que aquí el delito sigue al alza.
María José Catalá (a los vecinos de las Casitas Rosa, 2024): «Llevamos muchos años de retraso». Todos los eneros me pregunto hasta qué día se puede felicitar el cambio de dígito en el calendario, y lo mismo hago tras cada cita electoral con el tiempo en que aún es lícito echar la culpa a los de antes. Ribó no hizo otra cosa en ocho años, pero sería un gran gesto de Catalá romper el bucle. Aunque razón no le falta. Durante dos legislaturas aceptamos con ofuscante naturalidad que no se atraviesa la Fuensanta al caer la noche, que a una dirigente vecinal le pueden robar la bici en Orriols en plena entrevista televisiva, que las Casitas Rosa se cruzan en coche y con el depósito lleno, que para ir al velódromo Luis Puig cualquier sábado por la tarde has de elegir bien la acera... En nuestra perniciosa deriva acabaríamos asumiendo ahora que a los ancianos de La Punta se les apalea y roba en su propia casa, no es país para viejos, y seguiríamos dejando el asunto de la seguridad en manos de Dios. O de las patrullas vecinales. Por eso merece apoyo la rebeldía de Catalá, aun a fuerza de llenar Valencia de espantapájaros. Mejor la velada advertencia de Bruce Wayne que la ira por impotencia de decenas de Charles Bronson.
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