Muestra 1. La inteligencia artificial es un avance extraordinario, pero plantea riesgos sin una normativa clara. Tenemos ejemplos en la difusión de contenidos falsos, la desinformación, el mal uso educativo, la pérdida de creatividad y pensamiento crítico, el impacto de los automatismos en el empleo ... o la amplificación de los sesgos por el manejo incorrecto de datos.
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Muestra 2. No es un Terminator con malas pulgas. La IA carece de planes maquiavélicos. Su poder, sencillo, reside en que hace justo lo que le piden, pero mejor y más rápido, sin pausa para el café. El problema no lo representa la máquina, sino el humano convencido de que se regula sola. Le preocupa que ella piense por sí misma, cuando la amenaza es que sea él quien deje de hacerlo.
Muestra 3. Amigos y amigas, la IA no es sólo una herramienta. Es ante todo una oportunidad histórica para transformar la sociedad, pero no podemos, bajo ningún concepto, obviar los riesgos de la revolución tecnológica. Debemos garantizar que su desarrollo se alinea con los valores democráticos, la ética, los derechos fundamentales, porque sólo así, y lo digo con firmeza, construiremos un futuro más justo, más próspero y, sobre todo, más humano.
Muestra 4. Bueno, vamos a ver, la inteligencia artificial es..., es muy importante. Mucho. Porque, claro, puede ser buena si la empleamos bien, pero también, ojo, puede no ser tan buena. Por eso, y esto es de sentido común, tenemos que usarla con cabeza, lo que viene siendo hacer las cosas como hay que hacerlas.
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Muestra 5. En las manos del hombre yace un poder, / la máquina que piensa, que puede entender. / Mas cuidado, mortales, su rumbo marcad, / que el genio sin rienda se torna en maldad. / Usad con nobleza su ingenio y su ardor, / no sea que el mundo sucumba al error. / Que sirva a la vida, al bien y al saber, / y nunca al capricho que lleva a caer.
Muestra 6. La inteligencia artificial, en su esencia, es el fuego que Prometeo entregó a la humanidad: un don poderoso y transformador, pero peligroso si se utiliza sin sabiduría. Su virtud no radica en la tecnología misma, sino en el propósito que la guía, liderando la revolución con prudencia y justicia.
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Muestra 7. Lo malo de la inteligencia artificial no es que conquiste el mundo, sino que le cojas cariño. Un día le pides una receta, al siguiente le cuentas tus problemas y al final terminas discutiendo con tu tostadora porque no te entiende emocionalmente. Y lo peor: igual la tostadora tiene razón.
Metodología. Gracias a James Cameron y Ridley Scott recelo de la inteligencia artificial, así que con rigor periodístico voy a la fuente: ¿Qué piensa ChatGPT? (muestra 1). Por guardar las formas le pido que se exprese como lo haría Antonio Badillo (2), y suspicaz al reconocerme en sus palabras tiro del hilo con Sánchez (3), Rajoy (4), Espronceda (5), Platón (6) y Tip y Coll (7).
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Conclusión. Maldito experimento. Cual ventrílocuo siniestro, cada vez más inteligente y menos artificial, me arrastra el trasto por la cubierta del velero bergatín, la mítica caverna filosofal o un gag de ultratumba mientras veo que todos somos prescindibles, desde un presidente del Gobierno hasta, ¡horror!, yo mismo. «La amenaza no es la IA, sino cómo la usan los humanos», se defiende ChatGPT. Pues apañados vamos entonces. Eso lo digo yo.
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