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Como no existe un terremoto sin réplica ni girasol que dé la espalda a su astro, sólo era cuestión de tiempo. Fue oír a la ministra de Sanidad pronunciarse contra el tabaco en las terrazas y voltear mi reloj de arena marca Ikea a la ... espera del primer zurriagazo. ¿Cuánto tardarían en dentellear a Mónica García los mastines de las esencias, chorrito de Varon Dandy, tarde de toros, copita de Fundador y, por supuesto, pitillo en la boca? Esta vez tocaba pata negra, pues quien entró al trapo rojo fue nada menos que la gran baronesa. Recordó Ayuso que en Estados Unidos no se permite fumar en el exterior de los locales mientras avanza la muerte en forma de fentanilo. Habló de arbitrariedad, se demoniza el consumo de unas sustancias frente a la laxitud con otras. De falta de rigor, ¿dónde están los informes que avalan tanto prohibicionismo? De impacto económico, pobre hostelería. Y de otro liberticidio cometido por los mismos que nos recluyeron en casa ante un simple virus. Cortados por idéntico patrón, presiento que a los políticos de esta camada les habría ido mejor la abogacía sólo por repetir una y mil veces, todo peliculeros, aquello de ¡protesto! Y si encima, como es el caso, profesan pasión por la fruta, ¿quién les va a impedir mordisquear también la prohibida?

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