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Equis llamando a i griega, zeta y alfa. ¿Me reciben? Agotado ya el abecedario, digo yo que por simplificar las cosas podíamos retomar la senda del 'baby boom' y currarnos algo más la nomenclatura generacional. Si se aceptan sugerencias, aquí dejaré constancia de mi apuesta ... contemporánea por la molécula que conecta a todos de la treintena hacia abajo: la diosa proteína. Basta una visita al súper para identificar la nueva monomanía, tan reverenciada que de volver a nacer Pitágoras reformularía su teorema, pues entre catetos e hipotenusas ni husmeó la combinación de la vida eterna, 0,83 gramos de proteína por cada kilo de peso, convertido el gimnasio en templo laico y encumbrado un cuerpo de élite al mando de entrenadores personales y nutricionistas. Una vez bautizada, os diré otra cosa de esta postrera generación. Desde que peiné la primera cana, siempre que escuché el gimoteo crónico del chico proteína tentado estuve de enviarlo de un puntapié a mi juventud equis de quietud y chicharras. A él, repantigado en una sociedad para paladares delicados, sobreinformada, sibarita y tecnológica... A él, infinitas posibilidades, querría verlo entre los hijos de Bony, Bucanero y Tigretón, del diccionario enciclopédico y los balones encalados, del cine de dos rombos y el Bic de cuatro colores como artilugio más sofisticado. Resulta que los nuevos cerebritos del selectivo, ahora de promoción, se codean con lo más exquisito de la materia gris en Oxford o Columbia. Y diseñan aviones. Y dan la vuelta al mundo... Qué fácil todo, ¿no?, pensé, y aguijoneado por la pelusa invertí las coordenadas de mi máquina del tiempo para presentarme en el futuro -si no vienes tú, niño proteína, ya voy yo-, dispuesto a ajustar cuentas. Y a descubrir, ahora lo sé, mi completa ignorancia. Confiesa Top Murcia, carne de estadística, 13,97 sobre 14, que prefiere estar sola a salir de fiesta, y sus palabras, obsesivas, resignadas, son una bofetada. Para enriquecer mi investigación bajo del podio y rasco el suelo, desollados los dedos escarbadores, a más profundidad mayor verdad. Aquí un talento que escanea códigos de barras o despacha palomitas, varias carreras enmarcadas en sus diplomas, apenas otro chico diez entre una miríada a la espera de la oposición que le salve la vida; allá un joven emigrante de maleta inquieta como lo fueron los petates de nuestra posguerra, por banda sonora Bad Bunny en lugar de Juanito Valderrama. Avergonzado integrante de la primera generación que dejó el mundo peor de lo que lo heredó, contemplo un futuro lleno de tipos no sólo menos prejuiciosos y más ricos en valores, sino hiperpreparados y habituados a remar el doble para avanzar la mitad mientras un motor invisible agita sus aguas; anhelantes de oportunidades como el monosabio de un traje de luces, apenas faltos de experiencia para superar al más lumbreras de los ciudadanos equis. Visto lo que hay, mi proteico amigo, dejo de tenerte celos. Dabuten, hasta luego Lucas, me vuelvo por donde vine a mis ochenta y cada cual se queda donde está, tú en modo boga de ariete, yo en mi confortable silla de asalariado. Si eso ya te mando refuerzos del pasado. Lo llamamos Súper Ratón y debes seguir su consejo. Supervitamínate, mineralízate..., y toma proteína, 0,83 gramos por kilo, que no vivirás mejor que yo pero al menos vivirás más. Cambio y corto.
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