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Va a ser que he visto demasiado cine, pero lo primero que me vino al recuerdo según la digestión del 12-M iba cobrándose dimisiones entre los republicanos catalanes fue aquella memorable parodia del harakiri colectivo en 'La vida de Brian'. Puigdemont pide intifada, a ... mí el independentismo, se van a enterar estos 'botiflers', y cuando las fuerzas de liberación acuden al pie de la cruz no se les ocurre otra cosa que rebanarse el vientre. «Somos el Frente del Pueblo Judaico, escuadrón de suicidio». ¿Será posible? Qué ingrata la vida del martir. Així no farem pàtria.
Imagino a Illa y Sánchez desternillándose frente a la tele, prestos a silbar el 'Always look on the bright side of live'. Cómo será la cosa que hasta al locuaz Rufián le ha comido la lengua el gato. Cae todo digno Aragonès. Es el primero. Cae tras él Rovira, bandera blanca en su escondrijo alpino a la espera de que el césar de la Moncloa libere a los sesenta y seis sediciosos de Cesarea (léase ceceando). Y cae Junqueras, algo más forzado lo suyo, como para no serlo tras comerse cuatro años de cárcel mientras el 'soci en la lluita' tomaba en coche cama las de Villadiego. ¿Y encima ahora me pides ayuda, huevón, para conformar un «gobierno de obediencia catalana»? Soy él y giro el puñal, pero el exinquilino de Lledoners prefiere divagar en su harakiri. Que me quedo, que me voy, que quizá vuelva... Es el chiste de Eugenio. Hoy me veis, mañana no me veréis, pero me volveréis a ver. Oriol, cada día te quiero más por lo bien que te explicas, 'cony'. Va a ser que oí demasiados casetes por las carreteras manchegas.
El caso es que en este país se dimite poco y mal, privando al personal del placentero regusto de la derrota, esos grumos de nostalgia con sabor a despiporre añejo y discoteca cerrada. Mira que Suárez elevó el listón. Su glorioso 'seppuku' me pilló en la cafetería de la Piscina de Valencia, un Telefunken escribiendo la historia frente a la barra y yo con el pelo húmedo al salir de natación. No me preguntes sin embargo qué hacía anteayer mientras arriaban velas los grumetes de la nueva política. Del jactancioso cuarteto de 2019 sólo queda una foto. Como en 'Los intocables de Eliot Ness'. Kevin Costner, Andy García, Sean Connery y el contable de las gafitas. Una foto y nada más. ¿Lo escuchan? Es el silencio.
Huérfanos de trayectorias con poso, corren tiempos del vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver, lo que penaliza a quien se resiste a pasar de pantalla. Puigdemont, amortizado, nos caducará en la nevera, mientras a Sánchez en buena lógica no deberían de quedarle muchos más abracadabras tras convertir el arte de dimitir en un meme. Para estos casos tenía a mano mi abuelo el bote del insecticida, «se ha colado un moscón», y ahí que lo enarbolaba hasta que el visitante incómodo se daba por aludido. Barrunto que el ocaso maneja su propia prueba del nueve. Si al anunciar que te largas no dejas a nadie patidifuso es que agarraste la puerta demasiado tarde. Iré de los Monty Phyton a los hermanos Coen. Walter abre la urna fúnebre. «Donny era un buen jugador de bolos y un buen hombre», recita. Y al arrojar las cenizas con el aire en contra baña de difunto a su compadre el Nota. 'El gran Lebowski'. Gobernantes, y cómo su ponzoña salpica a los gobernados. Va a ser que he visto demasiado cine.
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