Secciones
Servicios
Destacamos
Son los nuevos prescriptores de opinión, han asaltado el púlpito, y como nada hay más viral que la estupidez acostumbro a cambiar de acera cada ... vez que me cruzo con uno de ellos. Influencers, se autodenominan. Mercachifles, rebautiza su linaje Álvaro Pombo. Es imposible sin embargo guarecerse por completo de la onda expansiva, que en ocasiones -¿me estaré atontolinando?- arrastra testimonios interesantes. Cuanto menos sensata -y viralísima, por supuesto- me parece la reflexión que esta semana puso en órbita una tal Christina, coleccionista de followers, yanqui afincada en Barcelona y testigo ahora de que la sanidad en España, como la lluvia en Sevilla, es una maravilla. Revelación esta a la que tuvo acceso tras un porrazo en el gimnasio, por lo visto tan purificador como la bíblica costalada de Pablo de Tarso.
Ya advierto de que mi experiencia trashumante es más bien escasa, soy ave de bajos vuelos. Así de memoria diría que el único contacto 'in itinere' con el ramo de la salud lo tuve en una visita al veterinario, aquel tragicómico agosto en que los cataplines del difunto Chispa vi ennegrecer. Un tumor pensé, aclimatando ya mi estado de ánimo a los rigores del fin del mundo hasta que la amable y políglota profesional canina suavizó el diagnóstico, era el simple efecto de la saliva sobre la piel, ante lo cual opté por no seguir preguntando. Sirva la anécdota para constatar que mi análisis carecerá del menor rigor empírico, pese a lo cual me dispongo a ejercer de influencer y opinar sobre aquello de lo que seguramente no tengo ni idea. Qué más da, eso se lleva. El caso es que basta con escudriñar aquí y allá para recabar opiniones como la de Christina, lamentos de súbditos de la primera potencia mundial encadenados a empleos que detestan a cambio de cobertura sanitaria privada, sus hospitales y farmacias nuestras joyerías, la medicina un bien de lujo. Digamos que malviven hasta el día en que Mafalda se equivoca y lo urgente y lo importante van de la mano. Entonces estás fastidiado, amigo.
Como trae mala suerte brindar con agua y en ningún sistema abultan tanto los defectos como en el que roza la perfección, sería un error soslayar nuestros lunares, las listas de espera en cabeza. Pero vinimos al mundo a ser felices, así que además de lamentar la derrota celebremos la victoria, y esta lo es. Si en un concurso de esos de preguntas a quemarropa nos interrogan por las ventajas de vivir en España, quizá el instinto se avance a la razón, pero en algún momento del conteo, tras el jamón serrano o la siesta, el clima y la gente, irrumpirá el Sistema Nacional de Salud que nos privilegia.
A riesgo de importunar a sir William, rebatiré el dogma del sacrosanto idioma británico para defender que ser y estar, 'to be or not to be', son voces antagónicas. La una requiere implicación, la otra apenas presencia. Un ejemplo: la luna está en el camino del sol y refleja su luz, pero no por ello es luminosa. Otro: Brendan Fraser estuvo en películas mucho antes de ser (buen) actor. Precisamente le rehabilitó en 'La ballena' su claustrofóbico papel de obeso mórbido atrapado entre la rendición personal y la sanidad norteamericana. Ante la encrucijada de pelear por la vida o legar a su hija la fortuna que le costaría el seguro privado, toma una decisión. En España no habría hecho falta, porque aquí la sanidad no sólo está; también es.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.