Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia

Por Pinocchio y el Lazarillo. Por Orson Wells enloqueciendo los transistores neoyorquinos con su guerra de los mundos. Por todas las almas de cántaro. Por Pedro el del «que viene el lobo» y Pedro el de «la amnistía no entra dentro de la Constitución»; el ... del cuento y el cuentista. Ella los escogió y rara vez yerra el casting. Cuánta verdad hay en la mentira. A lo largo de la historia ha sido comecocos de pensadores. Aristóteles y Kant la aborrecían. Platón, qué gran asesor sería hoy, la defendía como noble recurso político para alcanzar el bien común -el «interés general», matizaría La Moncloa-. Y luego está mi madre, que en lo de darle a la chola no anda a la zaga y siempre destacó de ella sus patas muy cortas, razón por la que (cito textual) antes se atrapa al mentiroso que al cojo. Es posible, mamá, pero cuando el embuste acelera échale un galgo.

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¿Buscan trolas? Pasen y vean el género, me las quitan de las manos. Para estómagos revueltos aconsejo la autocompasiva, magnífico reconstituyente. Deja el orgullo niquelado, como cuando Feijóo recita que ha ganado las elecciones, mentira salvo que su fin último no fuera gobernar sino sacar más votos que nadie.

Si la ve floja pruebe con la piadosa. Por experiencia propia le digo que es ideal para panolis. Y resistente al paso del tiempo. Medio siglo nos ha costado descubrir en el artículo 14 de la Constitución una milonga. Al redactarlo olvidaron los padres de la patria hacer constar de algún modo, manque fuera al margen y con letra chica de chuletilla escolar, que todos somos iguales ante la ley salvo vascos y navarros, con su cupo(nazo), o catalanes, agarrados al muñeco de Sánchez y los alfileres de vudú. No se enoje, amigo, ¿acaso vivía mal en la inopia?

Por aquí tengo esta otra, la involuntaria, a la que por falta de dolo llamamos error, generalmente de cálculo. Requerirá, eso sí, un poquitito de buena fe de su parte. Piense como referencia en las proyecciones económicas del Gobierno o la firmeza con que Catalá se declaraba capaz de ejercer el mando sin la vara de Vox. ¿Que es usted de los suspicaces? Pues entonces echamos ambas en este otro cesto, el de las veniales, que por su escaso recorrido visten de disminitivo. Benditas mentirijillas, siempre tan poca cosa.

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Con la media verdad, por tanto media mentira, me pongo serio, pues su ambigüedad es peligrosa. Ante la hiperactividad vecinal, olisqueo que en nada ha de llegarme buen género; lo que les cueste a Sandra Gómez o Papi Robles en glorioso debut aprovechar el problema real de la Malvarrosa para poner en solfa al nuevo Ayuntamiento, obviando los ocho años en que sus siglas prefirieron limpiar de coches el centro antes que de guetos el extrarradio.

¿Algo más duro, me pide? Bajo llave guardo las flagrantes, pata negra, bolas de proporción mayestática como el 11-M del PP o la amnistía del PSOE. Y me queda clasificar esta última. La llaman reforma de la financiación, y en un foro de LAS PROVINCIAS escuché a Feijóo decir que Sánchez no la resuelve porque de abrir el melón los catalanes le pedirán todas las tajadas. Si ahora, tras llenarles el buche, afronta al fin el agravio cabrá concluir que el gallego tenía razón. De momento, como en todas sus anteriores investiduras, lo ha prometido. ¡Y no dudaremos a estas alturas de la palabra del presidente! Parece mentira.

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