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Debe de ser como estar de rodeo permanente con potros salvajes, «yee haw!», la adrenalina a brincos desde Texas a Oklahoma. O mejor aún, me la imagino en el papel de Luis Tosar en 'El desconocido', de Keanu Reeves en 'Speed', de Jon Gutiérrez en ' ... Rey blanco', que la ficción ha sido pródiga en la temática; obligada a ejecutar una misión con la bomba de turno adosada a su vehículo, a la mismísima chepa en el caso del detective literario. Qué excitante se me figura el arranque de la aventura municipal de Catalá. Denuncia la alcaldesa que anda suelto por Valencia un pirómano y no hacen falta informes de la Guardia Civil para darle la razón. Se queda hasta corta, que no es uno sino varios, infiltrados Zippo en mano en su equipo de gobierno y en el de Mazón, prestos a convertir en 'thriller' el cuatrienio de gloria.
Primero vino el numerito de las pancartas, un show infantil e impúdico, y a partir de ahí todo lo demás. La catalogación de los animales como «cosas», que en la escala moral digo yo que los sitúa todavía un poquito por debajo de los objetos. El rechazo a los Gay Games. El dogmatismo cultural reflejado en la peculiar jerarquización de los dineros: haberlos haylos para la Fundación Toro de Lidia madrileña pero no para la ampliación del IVAM valenciano. El puenteo al PP con Mestalla. El vacío a la apertura de la Capitalidad Verde, donde no estuvieron representadas «por gripe o agenda» las delegaciones de parques y jardines, playas, agricultura o Albufera de la ciudad ecológica. Y así uno tras otro hasta llegar a los últimos coletazos. La propuesta de habilitar estanques para sacar del río a los pobres -al menos no les da por plantar ortigas-, cuando lo que se requiere es una actuación policíaco-humanitaria en tránsito del «usted no puede estar aquí» al «pero puede ir allí». El señalamiento a la izquierda por los incendios de El Saler, que todo quisqui es libre de atar cabos y alimentar elucubraciones de barra de bar, pero hay que ser muy desahogado para desparramarlas sin pruebas ante un micrófono, aún mayor la irresponsabilidad cuando lo hace un cargo público. Y finalmente el vergajazo a Puig por ir al homenaje a Broseta, excavando trincheras sobre la tierra ya compacta donde yace un hombre que vivió y murió por la libertad, como si las veleidades de Sánchez justificaran todo, incluso meter contraluz a una de las fotos más bellas de nuestra democracia.
Convivir con socios estridentes, caprichos de la aritmética electoral, o te centra o te mata, según lo profundos que sean tus cortafuegos. Lo sufrió el PSPV con Compromís y ahora el PP con Vox. Del PSOE, antes Podemos y siempre Bildu y la caterva independentista, mejor ni hablar. «Pide que el camino sea largo...» Con semejante compañía, hasta a Kavafis se le haría pesado su viaje a Ítaca. Se siente Vox ante la ocasión de su vida, requiere visibilidad y como crío entre adultos sólo la logrará con pataletas y estridencias que movilicen a su parroquia: el desprecio al animal, el dilema de la inmigración, el detector de comunistas... Lo mismo vale una tilde que un incendio. O un estoque. Y a sus lomos cabalga el PP, «yee haw!», matizando, aclarando, intentando huir de la máxima que persigue al que con niños se acuesta. Eligió SEO/BirdLife como ave de 2024 un pájaro que muge. Tampoco todos nuestros gobernantes destacan por su trino.
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