Urgente Un accidente múltiple provoca retenciones en la V-21 sentido Castellón

Vamos allá, como si fuera un chiste: ¿Qué tienen en común el abogado que muere haciendo 'popó' devorado por un tiranosario en 'Parque Jurásico', cualquiera de los celebérrimos cameos de Hitchcock y el portero borracho de 'Macbeth'? Son tres ejemplos de manual del recurso narrativo ... conocido como 'comic relief', en castellano alivio cómico, consistente en romper la tensión del relato con la irrupción de algún personaje extemporáneo que entre disgusto y disgusto relaja el cotarro. Digamos que en el contraste está la gracia, y por esa misma razón en la acera opuesta al suspense, la charlotada, entre la 'troupe' de payasos bobos figura siempre uno serio que se lleva todas las bofetadas.

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El alivio cómico se ha convertido también en herramienta para gobernantes, que más allá de sesgos ideológicos la manejan con la ortodoxia de Shakespeare o la frescura de Spielberg. A todo líder le favorece reclutar un artificiero de mecha corta y con dinamita suficiente para ejecutar explosiones controladas. Es su cometido la distracción, pues mientras los de enfrente anden entretenidos con él, como perro con su hueso, dispondrá de margen el ideólogo para maquinar tranquilo. ¿Y qué atributos requiere un bullanguero? El aspirante ha de ser medio ocurrente medio charlatán; tener una pizca de transgresión y un pellizco de narcisismo; aspiraciones a medio plazo, las justas, que entre bufones rara vez quedan supervivientes; lucir vocación de tentetieso y sobre todo espíritu de gregario ciclista, presto a tirar en los repechos o quemarse en el descenso para cortar el aire al líder.

Alborotadores políticos los hemos visto de toda calaña. Algunos fueron grandes desbrozadores de caminos: el descamisado Guerra encendía a la derecha mientras González andaba a sus cositas, los mordiscos de Miguel Ángel Rodríguez permitían que Aznar ni tuviera que mover el bigote, y Rafael Hernando exhibía el insulto grueso dejando la fina ironía para Rajoy. Otros se fajaron en un agónico quiero y no puedo ante la irrelevancia de sus marcas: el ministro Alberto Garzón, capaz de agarrarse a un solomillo para reclamar su cuota de tinta impresa, el jocoso senador compromisero Mulet... En clave local fue una genialidad lo de Ribó con Grezzi. Meter en las instituciones al agitador mayor de la intifalla ahorró muchos mamporros al alcalde. A Catalá, por su parte, le ha sido posible externalizar la gestión, recayente en el torero Badenas. Pero como siempre, varios peldaños por encima del resto está Sánchez. Vuelvo al chiste. Se abre el telón y aparece un 'viejoven', traje, corbata y zapatillas, dispuesto a reventar la no investidura de Feijóo. ¿Quién es? Como alivio cómico, a Puente no lo vimos venir. Lo mismo te genera un conflicto internacional, a gorrazos con otro maestro del astracán como Milei, que reparte navajazos en la red social, todo almibarado por una exquisita retórica parlamentaria que va del «saco de mierda» al «puto amo», removiendo la sepultura de Luis Carandell. Y encima distrae al personal con la negligente gestión de lo ferroviario, que en efecto vive su mejor momento, pues nunca tuvo tanto éxito entre los desencantados. Cada palo a Puente se lo evita el jefe. Otra genialidad del presidente, que con su trasgo nos ha pillado como al tipo del tiranosaurio.

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